Mitología de las constelaciones y otros añadidos

pleiva
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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor pleiva » 21 Jul 2010, 20:32

:hello1: :hello1: :hello1: :hello1: :hello1: :hello1: :hello1:
Muchísimas gracias por tu generosidad al compartir este hermoso trabajo.
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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor JCS » 22 Jul 2010, 15:05

Gracias a tí. No todo van a ser oculares, tubos, CCD,s y.....dobles. Es bueno aprender de todo y, mucho mejor, retenerlo.

Un abrazo.
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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor JCS » 08 Ago 2010, 12:27

AQUILA (EL ÁGUILA) – MITOLOGÍA

Aquila o “El águila” es una hermosa constelación del Hemisferio Norte, cuya figura recuerda a la del Cisne, salvo que, obviamente, sus alas se hallan más adelantadas respecto a la cabeza. Constituye una de las constelaciones estivales y es bien visible en los meses de Julio, Agosto Septiembre y Octubre. A partir del mes de Noviembre pasa al Hemisferio Sur, de modo que todos podemos gozar con su presencia. Desde nuestra posición observamos el llamado “Triángulo de verano” cuyos vértices se hallan constituidos por tres de las estrellas más majestuosas del firmamento, a saber Vega (Lyra), Deneb (Cisne) y Altair (Aquila).
Tal y como se deduce de lo anteriormente expuesto, la estrella principal de la constelación es Altair, de magnitud absoluta de 2.25 y clase espectral A7V, esto es, relativamente joven y un color blanco azulado.

Hechas estas precisiones (más adelante nos ocuparemos, con detalle, de los objetos que podemos visitar y/o se pueden encontrar en ella aunque no sean fácilmente localizables), debemos ocuparnos de los aspectos mitológicos que una serie de sucesos o leyendas la dispusieron en el firmamento por Ptolomeo de Alejandría, en su obra Almagesto..
Para hacerse una idea, no farragosa en exceso, preciso es dar unos pasitos atrás en el tiempo (poca cosa, en realidad) y escudriñar los orígenes de la familia real troyana.

El linaje procedía de Electra, quien tuvo dos hijos de Zeus, cosa nada sorprendente: Dárdano y y Jasión (otros lo conocen por Eetión), nacidos en la isla de Samotracia. Cuando este último se hizo adulto dio en presumir de mantener relaciones algo más que amistosas con la diosa Deméter. Semejante atrevimiento provocó que el padre de los dioses lo fulminase con un rayo (bien sabemos que, en cuanto a la administración de la justicia, Zeus solía prescindir de todo tipo de trámite). Apenado por el destino de su hermano Dárdano decidió hacer las maletas y salir pitando de la isla. Improvisó una balsa haciéndose a la mar con destino a Villadiego, pero desembarco en la punta noroccidental del Asia menor, a una región conocida por La Tróade y regentada por un fulano por nombre Teucro que le ofreció su hospitalidad y, de paso, a su hija Batiea junto con parte de su reino (como vemos, no todos los inmigrantes han de buscarse las habichuelas doblando el lomo como temporeros). El territorio al que hacemos referencia: Tróade, también fue conocido como Troya, aunque este nombre se aplicaba, indistintamente, tanto a la región como a la ciudad. Pasados los años y, puesto que Teucro no llegó a tener desdencéndia masculina, Dárdano heredo el trono y cambió el nombre del territorio, en un alarde de modestia, por Dardania. Según se relata en la Ilíada, del matrimonio nació un hijo: Erictonio, que marchó hacia la llanura troyana y, allí, se dedicó a pastorear, nada menos, que tres mil yeguas en sus prados, convirtiéndose en el más rico del pueblo y aledaños. Se casó con Astíoque y tuvieron un hijo llamado Tros (epónimo de Troya) que, a su vez, sucedió a su padre en el trono y tomó por esposa a Calírroe que le regaló tres vástagos: Ilo, Asáraco y Ganímedes (no erró Galileo al poner el nombre a la tercera luna de Júpiter pues, en el fondo, era descendiente suyo (no olvidemos que Júpiter era el nombre con el que los romanos conocían a Zeus).

Y ahora da comienzo la historia de la constelación. Todo este largo prolegómeno no tiene otro propósito que provocar los bostezos del personal.

El episodio que refleja la figura en los cielos de un águila, no es otro que el rapto de Ganímedes por parte del propio Zeus. Esto se halla documentado en varias fuentes en las que, como es costumbre, se expone la historia con diferentes matices y significados: Homero en su Ilíada y el Himno homérico a Demeter, Píndaro y Teognis. Como curiosidad podría añadirse que el término “catamita” (adolescente que mantiene relaciones de pederastia con uno o varios hombres) deriva del latín “catamitus” que es la forma latina del nombre de Ganímedes.

El chaval era considerado como el más hermoso de los mortales (justo lo que me pasa a mí) y su destino es narrado en la Ilíada, donde se indica que los dioses se lo llevaron para que viviera junto a ellos con el propósito, eso decían, de que les sirviese como “Copero” o escanciador de vino. Hasta aquí sin pegas, pero la tradición más extendida asegura que el propio Zeus se convirtió en águila, localizo desde las alturas, con su buen ojo, al bisoño doncel, y se lo llevó al Olimpo donde le dicto las faenas a las que debía dedicarse. Llegados a este punto que cada cual piense, del modo que más le acomode, cuáles eran las obligaciones impuestas al muchachito.

En todo caso nos hallamos en la obligación de expresar, en descargo de Zeus, que algo de arrepentimiento debió sentir, pues a su apenado padre Tros, para medio reparar el atropello, le comunicó que su hijo viviría inmortal entre los dioses a la vez que le regalaba unos cuantos corceles divinos, que pasado el tiempo se convirtieron en una fuente de problemas, ya que Heracles quiso hacerse con ellos, el papá dijo que nones y hubo algún que otro intercambio de palabras.

Podríamos añadir alguna cosilla más, pero me canso de escribir y no quiero ni pensar lo que les pasará por la cabeza a aquellos que tengan la desdichada idea de leerlo. De modo que así se queda.

Para conmemorar la hazaña, el propio Zeus se encargó de colocar en el cielo su representación como un águila. Y ahí continúa para disfrute de propios y extraños.

Y Erictonio engendró a Tros, rey de los troyanos. Y Tros engendro tres irreprochables hijos, Ilo, Asaraco y el divino Ganímedes, que fue el mortal más hermoso, arrebatándole los Dioses, a causa de su belleza, para que fuera copero de Zeus y habitase entre los Inmortales.

Ilíada. (Rapsodia XX)

Escucha lo que voy a decirte, y acuérdate de mis palabras: si la sabia Atenea me otorgase la gloria de matarles a ambos, detén nuestros caballos veloces, ata al carro las riendas, apodérate de los caballos de Eneas y hazlos marchar hacia los aqueos de hermosas grebas, porque descienden de esos brutos de los que el previsor Zeus diera a Tros a cambio de su hijo Ganimedes, y son los mejores caballos que existen bajo Eos y Helio.
Diálogo entre Esténelo y Diómedes.

(Ilíada. Rapsodia V)
Última edición por JCS el 09 Ago 2010, 20:37, editado 1 vez en total.
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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor JCS » 09 Ago 2010, 19:27

Sagitario – Mitología

Sagitario es una mediana constelación zodiacal visible en ambos hemisferios. Tiene una curiosa forma de tetera pese a que,por lo general, se asocia su figura a la de un centauro armado con un arco. Es limítrofe con Scorpius y Capricornius y contiene una generosa cantidad de objetos de cielo profundo que serán puntualmente detallados en su momento.

El origen de la constelación de Sagitario (El arquero) es uno de los más confusos que nos encontramos en el estudio del cielo. Varios son los candidatos a reclamar su figura en la bóveda celeste y la cosa no termina de aclararse. En la mayoría de las ocasiones se la representa como un centauro tensando un arco, si bien son conocidas otras en que el arquero no corresponde con esa casta sino que su figura es trazada como la de un humano normal e incluso con la forma de un sátiro o fauno.

Hechas estas precisiones, menester será centrarse en una de las leyendas más aceptadas. Según Eratóstenes y el escritor y filósofo hispano latino Higinio (Cayo Julio Higinio), el arquero representado en la constelación de Sagitario, no se trata de un centauro pues, aseguran, que ninguno de estos seres utilizaba arco. Por tanto se inclinan hacia otro personaje: El sátiro Croto. Hijo del Dios Pan y de Eufeme (la leyenda y naturaleza de Pan tiene su miga, pero si nos extendemos en ella, el relato acabaría como la más conocida obra de Tolkien, con sus dos volúmenes completitos.

Tal y como ellos lo ven, Croto vivía con la Musas, en el monte Helicón y era un ser festivo y alegre que animaba la existencia de las encantadoras criaturas con las que compartía cobijo (el modo en que les procuraba el goce no se encuentra detallado en ningún documento conocido) siendo correspondido con los melodiosos cánticos a los que eran tan aficionadas.

En su expediente académico, cuentan que destacan dos hechos, a saber: Inventó el arco y las flechas y también (ruego que no se tome a broma) el aplauso. Sí, habéis leído bien, fue el inventor del aplauso (apuntaremos que el término Crotos significa, literalmente, aplauso) y el hecho merece una explicación para que no se me considere más trastornado de lo que, en realidad estoy. Mientras las Musas cantaban, especialmente la conocida como Hannah Montana, el noble sátiro acompañaba el ritmo golpeando las palmas de ambas manos, lo que las hacía sentirse muy halagadas. Esta costumbre se extendió rápidamente entre otros habitantes del bosque y espíritus de la naturaleza, que no dudaron en adherirse a tan feliz iniciativa. La costumbre ha perdurado hasta nuestros días, ampliándose con mecheros encendidos y la repetición sincrónica de un extendido conjuro: Otra, otra….

Terminada la historia de Croto, vayamos por los otros dos candidatos. Uno es Quirón que se trataba de un verdadero centauro, de esos con pedigrí, aunque, a diferencia del resto, el era un ser amable y virtuoso, amén de poseer una gran sabiduría. Fue amigo y mentor de Heracles y su triste final ya ha sido relatado. Murió por una flecha envenenada que disparó, con escasa fortuna, su amigo durante el transcurso de una revuelta callejera provocada por otros centauros.

Y el último de la lista, por sus escasas posibilidades, lo encontramos en Belerofonte. El arquero que cabalgaba a lomos del caballo alado Pegaso. Pero a Pegaso se le representa solito como constelación independiente y sin jinete alguno. Por si fuera poco su posición en el cielo le sitúan como actor de reparto en las tragedias protagonizadas por Perseo, Cepheus, Cassiopeia y Andrómeda, de modo que no parece el mejor de los candidatos.

Creo que esto es lo más relevante entre lo que se puede contar de Sagitario, de modo que aquí paz y después gloria.
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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor moriarty » 19 Ago 2010, 11:52

Pedazo de trabajo el que te estás dando, me encanta el buen gusto que tiene tu prosa :D . A ver si tienes tiempo y pones la del Cisne que tiene que ser increíble. Muchas gracias por todo y me encantaría que publicaras un libro con todo esto. Saludos.
No en vano, antrophos, el vocablo que desde la antigüedad se emplea para denominar al hombre, también significa el que mira hacia arriba.

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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor selene » 19 Ago 2010, 13:22

Hola,

Gracias por compartirlo, disfruto con su lectura.
LB12"... y una cuantas cosillas mas.

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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor JCS » 19 Ago 2010, 15:51

Gracias a los dos, pero no es más que una forma de entretenerse. Por cierto Moriarty hace mucho que no "te dejas caer" en el grupo de dobles.

Ahora os dejo la del Cisne. Ya la tenía hecha.

Un abrazo.
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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor JCS » 19 Ago 2010, 15:57

El Cisne - Mitología

Voy a contar una historia, con vuestro permiso. Una hermosa historia de ésas que pueden comenzar con el Érase una vez… (o a lo mejor nunca fue, vaya usted a saber: estamos tan acostumbrados a que todos los que creen que mandan, en vez de servirnos, nos cuenten historias hermosas, trágicas, patéticas y descabelladas, que uno acaba por liarse).

Como decía, se trata de una historia tenida por buena y veraz por personas (no todas, claro) que vivieron hace mucho tiempo y que, además, nos dejaron un legado tan impresionante que constituye los indestructibles cimientos que aún sustentan nuestra cultura y civilización.

El relato en cuestión se ocupa de la leyenda que justifica la presencia en el cielo de una de las constelaciones más bellas del hemisferio norte. Una constelación inconfundible hasta para muchos profanos y que preside las noches del verano boreal con su majestuosa presencia, como corresponde a su origen y a la figura que representa.

Me estoy refiriendo, desde luego, al Cisne (Cygnus, en latín, abreviatura internacional Cyg y genitivo Cygni).

No es de las más extensas, pero en ella podemos encontrar una considerable cantidad de objetos de interés para el astrónomo, tanto aficionado como profesional (recordemos que en ella se descubrió Cygnus X-1, uno de los más firmes candidatos, hasta la fecha, para ser ascendido al rango de Agujero Negro, con marchamo de autenticidad y denominación de origen (de todos es conocida la apuesta entre Stephen Hawking y Kip Thorne sobre el particular, en la que el matemático y astrofísico británico juega con ventaja. El de Cambrigde, puede que tenga algunas dificultades físicas, pero de tonto ni un pelo.

El hecho de encontrarse sumergida en plena Vía Láctea le presta un atractivo especial, pues más que volar, diríase que nada en el nutritivo río que vertió la diosa Hera mientras amamantaba, no sin disgusto, a su hijastro Heracles, viejo conocido nuestro (la gente de posibles es lo que tiene, pueden derrochar cualquier cosa aunque haya otros que lo precisen para sobrevivir). En cualquier caso, la pobre no sabía que los escarceos de su marido aún iban para largo.


Este cuento puede titularse El cisne y la princesa Leda (no Leia, ésa es otra), y existen al menos dos versiones de lo acontecido antes de que un puñado de estrellas fueran elevadas a la categoría de constelación.

Érase una vez, en un país y en un tiempo muy lejanos, una princesa de extraordinaria belleza llamada Leda. Su padre, Testio, era el poderoso rey de Etolia, región montañosa del norte de Grecia. Leda casó con Tindáreo, rey de Esparta, un país poblado por gente algo ruda y más dada a las pendencias vecinales que a otras formas más elevadas de cultivar el espíritu (son tristemente famosas las actividades festivas organizadas en el monte Taigeto para celebrar el nacimiento de varones escasamente dotados para las artes marciales).

Acostumbraba la joven Leda a dar largos paseos por las riberas del río Eurotas, acaso para apaciguar el aburrimiento que le ocasionaba la poca atención que su marido le dispensaba, más ocupado en ejercer de Miles gloriosus (perdón por el latinajo, aunque corresponda a una obra de Plauto, pero es que el griego se me da fatal) que en cumplir debidamente con su aburrida esposa. Pues he aquí que, durante uno de esos bucólicos periplos, acertó a ver a un cisne que se dirigía hacia ella en donoso planeo y, sin miramientos de ninguna clase, acometióla con el arma que estas encantadoras aves poseen (no el pico, desde luego) y que, al decir de los entendidos, no haría mal papel en una película X. El fogoso animalito resultó ser nada menos que el mismísimo Zeus, a la sazón presidente y director general de Olimpo S.A. (vamos, el jefazo en persona, digo en cisne). Según parece, la dama tampoco hizo ascos a los requerimientos de tan insigne personaje, consintiendo y participando en los arrumacos del citado. También se habla de una violación pura y dura, pese a no constar en los archivos policiales de la época denuncia alguna sobre tal atropello, de forma que el asunto permanece, a estas alturas, sin aclarar debidamente.

Al parecer, Leda, engolosinada con el episodio del río, esa misma noche yació con su marido, si bien la cubierta epidérmica del tosco guerrero carecía del delicado tacto que caracteriza a los ánades, sobre todo si son de origen divino; pero a “buen hambre no hay pan duro”, que reza el dicho popular. Como resultado de ambos ayuntamientos, cuentan las crónicas que Leda puso dos huevos (que nadie se ría, cosas más extravagantes nos han contado y ahí siguen), de los que nacieron cuatro vástagos. De uno de ellos, Helena y Polideuces, Polux para los romanos y supuestos hijos de Zeus; y del otro, Clitemnestra y Castor, hijos de Tindáreo –y no consta que el ornado esposo fuera quien acuñara la famosa frase de “¡Manda güevos!”, a la que tanto jugo sacó un valioso tribuno de nuestras últimas legislaturas–. Efectivamente, esta Helena es la de Troya, que con el correr del tiempo fue el origen de una conocida trifulca, puntualmente cubierta por un joven corresponsal de guerra llamado Homero, reportaje éste que más tarde se convertiría en la Iliada. Por cierto, Castor y Polux han sido siempre considerados como gemelos y así se hallan representados en la bóveda celeste con su propia constelación.

Otra de las versiones del mito afirma que Zeus, albergando intenciones poco ejemplares sobre Némesis, la diosa de la venganza y de la justicia (menuda pieza), dio en perseguirla adoptando la forma de diversos animales y monstruos. La habilidad para el regateo de la diosa hizo infructuosos los intentos de nuestro amigo para alcanzar su propósito, hasta que, cansada del tira y afloja, se transformó en oca y salió pitando por el aire. Ahí metió la pata (valga el juego de palabras), pues Zeus, ni corto ni perezoso convirtióse en cisne, logrando alcanzarla y de este modo dar satisfacción a sus afanes. De resultas de ello Némesis puso un huevo del que se deshizo (aún no existían clínicas especializadas) colocándolo junto a los muslos de Leda y de los que se ocupó con los resultados ya dichos.

Total, y ya termino, sea lo que fuere que ocurrió, el propio Zeus, orgulloso de estos hechos, colocó la imagen del cisne en los cielos, con sus nebulosas, cúmulos y dobles que ahora nos afanamos en contemplar. Como curiosidad, en esta constelación se encuentra una nebulosa planetaria conocida como Nebulosa del Huevo (RAFGL 2688). Ignoro si el nombrecito tiene algo que ver con los sucesos narrados.





LEDA Y EL CISNE
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata bañado de sol.
Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

Rubén Darío



Cuando el Dios requirió adoptar su cuerpo
casi lo intimidó sentir tan bello al cisne;
se dejó ir, extraviado del todo,
mas pronto su impostura lo hizo actuar,
antes de que pudiera ese desconocido
modo de ser ensayar.

Ella, abierta, reconoció a quien venía en el cisne
y supo de inmediato que él pedía algo que ella,
perdida en la lucha,
no supo defender.

Él descendió y, con su cuello, hizo a un lado la mano debilitada.
El Dios se extravió en ella,
sintiendo sólo entonces su plumaje
y fue de verdad cisne en su regazo.

Rainer María Rilke
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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor moriarty » 19 Ago 2010, 16:34

Gracias compañero! Así cerramos el famoso "triángulo de verano". Lo dicho, quiero un libro tuyo :twisted: .

Respecto al tema de las dobles, es cierto que hace tiempo que no participo pero os leo habitualmente. Lo que pasa es que desde que vendí el apo y me pillé el dobson he parado un poco más en otro campo de la astronomía visual, las planetarias y galaxias muuu débiles :dead: . De locos...

Un saludo!
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Re: Mitología de las constelaciones y otros añadidos

Mensajepor JCS » 19 Sep 2010, 18:33

Sagitta: La Flecha es una de las más pequeñas constelaciones del hemisferio Norte. Es visible, principalmente, en los meses de verano aunque permanece en el firmamento hasta bien entrado Octubre. Su situación, entre El Águila y Vulpécula la hacen fácilmente localizable. Si a ello añadimos su inconfundible forma de flecha, al contrario de otras constelaciones en las que su imagen no hay por donde cogerlas. Para su desdicha y la nuestra, sus estrellas son débiles y difíciles de localizar por la gran cantidad de ellas pertenecientes a la Vía Láctea, pero tal contrariedad no debe ser argumento para nuestras pesquisas y nos obliga a bucear en ella y tratar de encontrar lo que buenamente podamos.
Al menos posee un Cúmulo Globular vistosillo: M71, descubierto por Philippe Loys de Chéseaux en 1746 que no ofrece dificultad para verlo y presenta el atractivo de cuatro brillantes soles en el centro de su núcleo.

MITOLOGÍA.
Lamentablemente las historias se van haciendo más escuetas, cuando no, agotándose a medida que estudiamos constelaciones de menor importancia. No obstante algo se puede extraer buceando en textos clásicos. En este caso, su inconfundible geometría favoreció el hecho de que diversas civilizaciones la reconocieran y coincidiesen en su figura de flecha o saeta. Tanto hebreos, persas, árabes, griegos y romanos veían lo mismo, con el inconveniente de la existencia de innumerables mitos leyendas y orígenes.

Sin embargo nos centraremos en los mitos griegos, en donde se encuentran relatos más afines a la línea narrativa seguida hasta el momento.

Tres autores nos ofrecen historias de cierto contenido: Eratóstenes (Catasterismos), Ovidio (Metamorfosis) y Homero. El primero afirma que la constelación representa al dardo que el Dios Apolo utilizó contra los Cíclopes, como represalia por la muerte de su hijo Asclepio. Sin poner en tela de juicio su hipótesis, resulta algo chocante pues los Cíclopes, aunque no muy agraciados en su aspecto físico, no parece que tuviesen mucho que ver con el luctuoso suceso. Fue el propio Zeus, a propuesta de Hades, quien le fulminó con un rayo mientras que los “Trolls” de la época iban a su bola y, cierto es, no eran un ejemplo, precisamente, de bondad o altruismo.

También se habla de la flecha que, disparada por Heracles, hirió mortalmente al centauro Quirón y su amigo Folo, aunque da esta versión parece menos consolidada.
Ovidio relata el asunto de un modo más prolijo, e introduce otros personajes: Cupido, Dafne, Artemisa, Temis y algún otro.

Apolo y su hermana Artemisa nacieron, de su madre Leto, en una lejana isla llamada Delos, puesto que Hera, la comprensiva esposa de Zeus estaba empeñada en ofrecer sus parabienes a los supuestos escarceos que tuvo con su insaciable marido. Dicen los eruditos que el parto duró nueve días (el obstetra era residente de primer año y carecía de la pericia necesaria para despachar el asunto en el plazo medio requerido para tales acontecimientos).

Para no extendernos pasaremos por alto la transformación que el propio Zeus sobre el remoto lugar del nacimiento, convirtiéndolo en un lugar paradisíaco. El caso es que Apolo creció, con el mecenazgo de la Diosa Temis alimentándolo de Nectar y Ambrosía (el Cola Cao de entonces) que le convirtió en un joven hermoso con carácter altivo y guerrero, notable esgrimidor y eficacísimo con el arco y las flechas. Ello motivó que regalase la lira a Orfeo, al comprobar que disparar virotes con ella ofrecía pobres resultados.

Una de sus primeras hazañas consistió en asaetear a un reptil monstruoso llamado Pitón (apuesto un brazo que dé el deriva el nombre del conocido ofidio. Por cierto, en griego clásico pitón significa pudrir) que merodeaba por los parajes de Tesalia con gran duelo y quebranto para sus habitantes. El caso es que, en conmemoración a este hecho, se instituyeron los Juegos Pitios o Pitio´s Games como también eran conocidos y los restos del reptil fueron guardados en una cueva aledaña al Oráculo de Delfos bajo el monte Parnaso, donde Apolo estableció su residencia.

Así las cosas, al arrogante dios se le subió la fama a la cabeza y no se le ocurrió otra idea que desafiar a Cupido el dios del amor y conocido por su destreza con el arco. Leamos la narración que Ovidio hace del suceso, y pido disculpas por su extensión:
"Porque Apolo, presuntuoso de su éxito sobre la serpiente Pitón, viendo a Cupido con el apercibido carcaj, le amonestó: Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia de mis manos que de las tuyas? Yo sé lanzar las flechas certeras contra las bestias feroces y contra los feroces enemigos. Yo me he gozado mientras veía morir a la serpiente Pitón entre las angustias envenenadas de muchas heridas. Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo no conozco y no pretendas parangonar tus victorias con la mías. Sírvete tú de tus flechas como mejor te plazca -respondió el Amor- y hiere a quienes te lo pida tu ánimo. Más a mí me place herirte ahora. La gloria que a ti te viene de las bestias vencidas me vendrá a mí de haberte rendido a ti, cazador invencible".

Tras el fin de la arenga y sabedor de los deseos que Apolo albergaba hacia la ninfa Dafne, Cupido se dirigió hacia el monte Parnaso y, una vez allí, cargó dos flechas con el fruto del amor y la pasión en una, y en la otra, por contra, el abultado desdén. Las lanzó con gran tino y la primera se clavó en el pecho de Apolo, mientras la segunda alcanzó a la que consideraba su media naranja.

De este modo, la pasión de uno -en este caso Apolo- se estrellaría siempre contra el desprecio -latente en Dafne- del otro. Ante los requerimientos del dios, la ninfa respondía indefectiblemente con el repudio y la huida.

"¡Espérame, hermosa mía! - clamaba Apolo -. ¡Espérame! ¡Que no soy ningún enemigo de funestas ideas! ¡Húyale el cordero al lobo, el ciervo al león y la paloma al águila, porque sus enemigos son; pero no me huyas, porque únicamente el más inmenso amor me impulsa! "

-En vano clamaba Apolo; inútiles resultaban sus súplicas y sus ruegos, pues Dafne -debido a la influencia del certero dardo de Cupido- no reparó en él ni un instante siquiera.

Las lamentaciones de Apolo no parecían propias de un dios de tan grande valor y victorioso siempre, como hasta entonces se había aparecido ante él mismo y ante los demás. La flecha del desamor, que Cupido le había clavado en el centro mismo de su corazón, estaba produciendo el efecto deseado por el certero arquero.

Para terminar el relato diremos que, a la sazón, muchas fueron las flechas disparadas con mejor o peor fortuna, de forma que no disponemos de suficiente y contrastada información sobre cuál de ellas alcanzó el firmamento, bien por impericia del arquero o como premio a su certera trayectoria.


Ahora púdrete ahí, sobre el suelo que alimenta a los hombres, y ya no serás funesta causa de perdición para los vivos, que comen fruto de la fertilísima tierra y traerán acá fertilísimas hecatombes; pues no te librarán de la muerte ni Tifoeo ni la Quimera de odioso nombre, sino que te pudrirán aquí mismo la oscura tierra y el resplandeciente Hiperión.
Himno Homérico a Apolo. Versículo 363
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La sabiduría no se traspasa, se aprende

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