Un ejemplo notable

Roth
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Un ejemplo notable

Mensajepor Roth » 08 Jul 2006, 11:45

Espero que os guste la historia, a mi me ha llegado como real.

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio
Nobel de Química en 1908,contaba la siguiente anécdota:

Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de
poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un
problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su
respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron
pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.

Leí la pregunta del examen y decía: Demuestre como es posible determinar
la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro. El estudiante
había respondido: lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale
una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y
mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.

Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la
resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta
y completamente.

Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el
promedio de su año de estudios, obtener una nota mas alta y así
certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que
el estudiante tuviera ese nivel.

Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis
minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la
advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de
física.

Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le
pregunte si deseaba marcharse, pero me contesto que tenia muchas
respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me
excuse por interrumpirle y le rogué que continuara.

En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coge el
barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el
tiempo de caída con un cronometro. Después se aplica la formula altura =
0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio. En este punto
le pregunte a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le di la
nota mas alta.

Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí
que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay
muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y
mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a
continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una
simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.

Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Si, contestó, este es un
procedimiento muy básico: para medir un edificio, pero también sirve. En
este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del
edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la
altura del barómetro y cuentas el numero de marcas hasta la azotea.
Multiplicas al final la altura del barómetro por el numero de marcas que
has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.

Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado,
puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo.
Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la
gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de
la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar
por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y
aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin
duda, la altura del edificio.

En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo
descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes
calcular la altura midiendo su periodo de precesión. En fin, concluyo,
existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el
barómetro y golpear con el la puerta de la casa del conserje. Cuando
abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted
me dice la altura de este edificio, se lo regalo. En este momento de la
conversación, le pregunte si no conocía la respuesta convencional al
problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos
lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos
lugares) evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus
estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de
Física en 1922, mas conocido por ser el primero en proponer el modelo de
átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue
fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica. Al margen del
personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta
historia es que LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR

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heitfield
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Mensajepor heitfield » 08 Jul 2006, 15:07

Una anecdota fantastica sin duda.
Tengo telescopio en mi perfil. Uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras (Sigmund Freud).
http://ventanaalcosmos.blogspot.com/

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mintaka
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Mensajepor mintaka » 09 Jul 2006, 05:47

Yo ya la había leído, es muy buena la historia, aunque tampoco puedo decir si era o no cierta, me ocurre como a tí, me llegó como real....

Saludos :D

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Telescopio
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Mensajepor Telescopio » 10 Jul 2006, 07:17

Yo también la conocía ya... Y es un magnífico ejemplo, tanto para alumnos como para profesores.

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Mensajepor deeper_space » 10 Jul 2006, 08:34

Yo también la conocía, pero aún así gracias por recordármela.

En todo caso, parece la típica historia falsa que se cuenta con la intención de enaltecer las cualidades de una persona. Pero ante la duda, investigué un poco.

Pues bien, revolviendo por Internet, encontré que esta historia se la inventó un profesor denominado Alexander Calandra de la Universidad de Washington en 1961 y la publicó en el "Saturday Review" en el 1968. No hacía referencia ni a Rutherford ni a Bohr, sino que era una historia como si le hubiera sucedido a él con otro estudiante que no era Bohr. Parece que esto lo sabemos porque Murray Gell-Mann, en su libro "El Quark y el Jaguar" cita esta anécdota atribuyéndola al tal profesor Calandra.

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