Tienes razón Marta,
De todas formas, a quién le importa en estos momentos lo que haga o no Renata con su guión, yo le doy las gracias por haber abierto este tópico.
Un saludo
Guion
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Mensajepor Telescopio » 20 Feb 2006, 10:03
EL SECRETO DE MEDEA
sexta parte
No fue nada agradable examinar los cadáveres enterrados en las tres tumbas excavadas junto al iglú. Las bajas temperaturas habían impedido la descomposición de los cuerpos, pertenecientes a dos mujeres y un hombre de unos treinta y pocos años. El estudio ocular y radiológico confirmó lo que ya habían visto a través del rádar: múltiples fracturas y hemorragias internas, órganos reventados e incluso, en el caso del varón, una impresionante fractura de cráneo. Ninguno presentaba quemaduras por fuego o radiación, pero no hacía falta, pues la mayoría de las heridas eran mortales de necesidad.
-Pobre gente, tuvo que ser terrible -se lamentó Yhu-. Lo sorprendente es que los otros dos sobrevivieran al accidente.
-Por cómo quedó la nave, parece que la peor parte del impacto se la llevó la parte trasera: está destrozada -aclaró Iparraguirre-. La nave debió explotar en el aire o impactar contra alguna roca o montaña, se partió y, ya sin control, se estrelló aquí. Sólo la suerte hizo que la parte delantera quedara más o menos entera. Los dos del iglú quizás fuesen los pilotos. Estos tres debían estar en la parte trasera y... no sobrevieron. Quién sabe, quizás fue lo mejor.
-Fijaos en los trajes de vuelo -intervino Huang-. Todavía conservan las etiquetas con los nombres... Están en ruso y en inglés: comandante Petra Ivanova..., doctora Alexandra Morava... ingeniero Anatoli Guslov... ¿Habrá agendas, grabadoras, fotos o algo parecido en los trajes? Veamos...
Un rápido registro descubrió una cartera con documentación personal y fotografías impresas de pequeño formato en el interior en uno de los bolsillos de Anatoli. Una de las mujeres también llevaba lo que parecía un pequeño asistente electrónico, pero estaba roto. La pantalla había desaparecido y presentaba múltiples abolladuras. El aparato sin duda no funcionaría, pero Iparraguirre localizó lo que parecía ser el módulo de memoria y lo extrajo. Con un poco de suerte, podrían accceder a la información que contenía.
-¿Cuánto tiempo hará que se estrellaron? -se interrogó Yhu- Supongo que unos cuantos años, ¿no?
-Depende el marco cronológico que elijamos -explicó Iparraguirre-. Si tomamos como referencia el tiempo terrestre, y si aceptamos que estos desafortunados colegas han viajado por el espacio durante 58 años, llegando aquí en 2107, suponiendo que el accidente se produjo al poco o nada más llegar y teniendo en cuenta que nosotros hemos avanzado 28 años en el futuro al cruzar el túnel de gusano, llevarían aquí... 6 años. Si lo calculamos en años de Madea, que tienen algo más de 425 días, pues 5 años y unos... huuum... 50 días.
-Espero que en la nave y en los cuerpos del iglú encontremos algo más de información -Huang llamó por radio al otro equipo- ¿Cómo váis?
-Xavier tenía razón -respondió Cornichev-: la nave se estrelló aquí tras sufrir algún tipo de impacto. Acabamos de despejar un acceso a una compuerta en la proa..., esperad... ¡Ya está! He abierto la compuerta. Vamos a ver qué hay dentro... ¿Os llega bien la imagen?
En los visores de los cascos se proyectó la imagen captada por la micro-cámara de Cornichev. Iluminado por el foco de su casco apareció un puesto de pilotaje con asientos para piloto y copiloto. Frente a ellos, unos paneles y pantallas ahora destrozadas y muertas eran mudos testigos de la extrema violencia del aterrizaje. Las huellas del fuego estaban presentes por todos lados, aunque un sistema anti-incendios bastante eficiente había extinguido las llamas, llenándolo todo de una espuma ahora congelada. A través de algunas de las ventanillas reventadas la nieve había invadido la cabina y desparramado sobre los asientos y el suelo.
-Esto tuvo que ser un caos -comentó Cornichev-. Si los dos del iglú eran lo pilotos, desde luego tuvieron muchísima suerte al salir vivos. Vamos a ver cómo está la parte trasera.
Una compuerta de medio metro de altura comunicaba las dos secciones. Cornichev se asomó y todos contemplaron un escenario dantesco. El extremo estaba cubierto de nieve y mostraba tremendos daños estructurales que dejaban fuera de toda duda de que por allí se había partido el vehículo antes de estrellarse. Un par de asientos deformados y rotos se habían soltado de sus anclajes, estrellándose contra las paredes. Uno de ellos mostraba rastros de sangre. Cornichev se dió la vuelta.
-Aquí no hay mucho que ver. Voy a ver si puedo recuperar algo de la cabina -dijo.
Cornichev no tuvo demasiados problemas en identificar los distintos dispositivos e instrumentos del módulo de mando. Casi todos los paneles y pantallas estaban identificados en cirílico y no había allí nada que él mismo no conociera. Un vistazo a los indicadores del panel de propulsión (cuya información sin duda también se habría podido leer en las pantallas) le bastó para concluir que aquél vehículo de descenso sin duda empleaba un motor térmico de antipartículas similar al del "Jasón", aunque ellos empleaban hidrógeno como masa de reacción mientras que aquí se había empleado metano, según lo que podría leerse bajo la escarcha de unos paneles.
-Acabo de localizar el ordenador de vuelo -anunció-. No parece demasido diferente a los nuestros de hace unos cuantos años. Creo que podré extraer el disco duro.
Durante un rato, Cornichev manipuló con diversas herramientas en una caja situada entre los dos asientos. Por fin logró abrir el ordenador y al cabo de unos instantes extrajo el soporte de memoria.
-Aquí está -dijo, mostrándolo a la cámara-. Vengan o no de otro universo, la tecnología informática de nuestros amigos no debería tener secretos para nosotros. Creo que podremos estudiar su información. Bueno, voy a salir... ¡Epa! ¿Qué es esto?
-¿Qué ocurre?
-Mirad lo que he encontrado.
Cornichev acercó a la cámara lo que parecía un pequeño libro de tapas azules con algo escrito en la portada.
-Habrá que descongelarlo. Creo que puede ser interesante leer lo que han escrito en él.
-¿Escrito?
-Es un diario, Xavier. El diario de uno de los pilotos.
(continuará)
sexta parte
No fue nada agradable examinar los cadáveres enterrados en las tres tumbas excavadas junto al iglú. Las bajas temperaturas habían impedido la descomposición de los cuerpos, pertenecientes a dos mujeres y un hombre de unos treinta y pocos años. El estudio ocular y radiológico confirmó lo que ya habían visto a través del rádar: múltiples fracturas y hemorragias internas, órganos reventados e incluso, en el caso del varón, una impresionante fractura de cráneo. Ninguno presentaba quemaduras por fuego o radiación, pero no hacía falta, pues la mayoría de las heridas eran mortales de necesidad.
-Pobre gente, tuvo que ser terrible -se lamentó Yhu-. Lo sorprendente es que los otros dos sobrevivieran al accidente.
-Por cómo quedó la nave, parece que la peor parte del impacto se la llevó la parte trasera: está destrozada -aclaró Iparraguirre-. La nave debió explotar en el aire o impactar contra alguna roca o montaña, se partió y, ya sin control, se estrelló aquí. Sólo la suerte hizo que la parte delantera quedara más o menos entera. Los dos del iglú quizás fuesen los pilotos. Estos tres debían estar en la parte trasera y... no sobrevieron. Quién sabe, quizás fue lo mejor.
-Fijaos en los trajes de vuelo -intervino Huang-. Todavía conservan las etiquetas con los nombres... Están en ruso y en inglés: comandante Petra Ivanova..., doctora Alexandra Morava... ingeniero Anatoli Guslov... ¿Habrá agendas, grabadoras, fotos o algo parecido en los trajes? Veamos...
Un rápido registro descubrió una cartera con documentación personal y fotografías impresas de pequeño formato en el interior en uno de los bolsillos de Anatoli. Una de las mujeres también llevaba lo que parecía un pequeño asistente electrónico, pero estaba roto. La pantalla había desaparecido y presentaba múltiples abolladuras. El aparato sin duda no funcionaría, pero Iparraguirre localizó lo que parecía ser el módulo de memoria y lo extrajo. Con un poco de suerte, podrían accceder a la información que contenía.
-¿Cuánto tiempo hará que se estrellaron? -se interrogó Yhu- Supongo que unos cuantos años, ¿no?
-Depende el marco cronológico que elijamos -explicó Iparraguirre-. Si tomamos como referencia el tiempo terrestre, y si aceptamos que estos desafortunados colegas han viajado por el espacio durante 58 años, llegando aquí en 2107, suponiendo que el accidente se produjo al poco o nada más llegar y teniendo en cuenta que nosotros hemos avanzado 28 años en el futuro al cruzar el túnel de gusano, llevarían aquí... 6 años. Si lo calculamos en años de Madea, que tienen algo más de 425 días, pues 5 años y unos... huuum... 50 días.
-Espero que en la nave y en los cuerpos del iglú encontremos algo más de información -Huang llamó por radio al otro equipo- ¿Cómo váis?
-Xavier tenía razón -respondió Cornichev-: la nave se estrelló aquí tras sufrir algún tipo de impacto. Acabamos de despejar un acceso a una compuerta en la proa..., esperad... ¡Ya está! He abierto la compuerta. Vamos a ver qué hay dentro... ¿Os llega bien la imagen?
En los visores de los cascos se proyectó la imagen captada por la micro-cámara de Cornichev. Iluminado por el foco de su casco apareció un puesto de pilotaje con asientos para piloto y copiloto. Frente a ellos, unos paneles y pantallas ahora destrozadas y muertas eran mudos testigos de la extrema violencia del aterrizaje. Las huellas del fuego estaban presentes por todos lados, aunque un sistema anti-incendios bastante eficiente había extinguido las llamas, llenándolo todo de una espuma ahora congelada. A través de algunas de las ventanillas reventadas la nieve había invadido la cabina y desparramado sobre los asientos y el suelo.
-Esto tuvo que ser un caos -comentó Cornichev-. Si los dos del iglú eran lo pilotos, desde luego tuvieron muchísima suerte al salir vivos. Vamos a ver cómo está la parte trasera.
Una compuerta de medio metro de altura comunicaba las dos secciones. Cornichev se asomó y todos contemplaron un escenario dantesco. El extremo estaba cubierto de nieve y mostraba tremendos daños estructurales que dejaban fuera de toda duda de que por allí se había partido el vehículo antes de estrellarse. Un par de asientos deformados y rotos se habían soltado de sus anclajes, estrellándose contra las paredes. Uno de ellos mostraba rastros de sangre. Cornichev se dió la vuelta.
-Aquí no hay mucho que ver. Voy a ver si puedo recuperar algo de la cabina -dijo.
Cornichev no tuvo demasiados problemas en identificar los distintos dispositivos e instrumentos del módulo de mando. Casi todos los paneles y pantallas estaban identificados en cirílico y no había allí nada que él mismo no conociera. Un vistazo a los indicadores del panel de propulsión (cuya información sin duda también se habría podido leer en las pantallas) le bastó para concluir que aquél vehículo de descenso sin duda empleaba un motor térmico de antipartículas similar al del "Jasón", aunque ellos empleaban hidrógeno como masa de reacción mientras que aquí se había empleado metano, según lo que podría leerse bajo la escarcha de unos paneles.
-Acabo de localizar el ordenador de vuelo -anunció-. No parece demasido diferente a los nuestros de hace unos cuantos años. Creo que podré extraer el disco duro.
Durante un rato, Cornichev manipuló con diversas herramientas en una caja situada entre los dos asientos. Por fin logró abrir el ordenador y al cabo de unos instantes extrajo el soporte de memoria.
-Aquí está -dijo, mostrándolo a la cámara-. Vengan o no de otro universo, la tecnología informática de nuestros amigos no debería tener secretos para nosotros. Creo que podremos estudiar su información. Bueno, voy a salir... ¡Epa! ¿Qué es esto?
-¿Qué ocurre?
-Mirad lo que he encontrado.
Cornichev acercó a la cámara lo que parecía un pequeño libro de tapas azules con algo escrito en la portada.
-Habrá que descongelarlo. Creo que puede ser interesante leer lo que han escrito en él.
-¿Escrito?
-Es un diario, Xavier. El diario de uno de los pilotos.
(continuará)
Última edición por Telescopio el 23 Feb 2006, 08:28, editado 1 vez en total.
Mensajepor Marta » 20 Feb 2006, 13:51
Pues SÍ, no tiene desperdicio. Cuando lo termine lo voy a imprimir para releerlo de manera más cómoda. ......y luego dicen de las telenovelas.......pues ésto sí que engancha!!!!!!!!! Lo malo es que ahora otra vez a esperar
"Teles", mira a ver qué es lo que pone en el diario que ya se habrá descongelado y nos sigues contando.
"Teles", mira a ver qué es lo que pone en el diario que ya se habrá descongelado y nos sigues contando.
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Mensajepor Telescopio » 21 Feb 2006, 08:16
EL SECRETO DE MEDEA
septima parte
El pequeño robot excavador tardó casi una hora en ampliar el acceso al interior del iglú donde reposaban los cuerpos de los otros dos cosmonautas soviéticos. Iparraguirre no pudo evitar un escalofrío al enfrentarse cara a cara la los dos cadáveres, no por el frío -su traje le mantenía perfectamente aislado y caliente-, sino por la escena, apenas iluminada por unos focos de luz fría. Cornichev entró tras él y enseguida se puso a investigar las cajas metálicas que rodeaban los dos cuerpos sin vida.
-Valeri Glusko y Svetlana Karamova -leyó Iparraguirre en los trajes-. Biólogo y teniente coronel, respectivamente... El hombre aparenta unos treinta y tantos y cinco años y la mujer quizás cuarenta y cinco. Por la posición de los cuerpos y expresión de serenidad de sus rostros creo que murieron de frío mientras dormían... Una muerte dulce, ya sabéis.
-Pero muerte, al fin y al cabo -replicó Yhu, desde fuera-. Tanto trabajo rescatando material de la nave, construyendo ese refugio, enterrando a sus compañeros, para al final acabar así. Desde luego tuvieron mala suerte; podrían haber caído en cualquier otra parte del planeta con una climatología más benigna y haber tenido más opciones de superviviencia.
Cornichev había logrado abrir algunas de las cajas. Contenían alimentos deshidratados, unidades de filtrado de agua, botiquines, pastillas para encender fuego, lo que parecía una pistola de pulsos energéticos, crampones y cuerdas de alta resistencia, etc. Todo un equipo de supervivencia. También encontró fotografías de Medea, y un mapa esquemático de la zona en la que se encontraban, con una ruta trazada hacia tierras más meridionales. Por lo que se veía, habían permanecido en órbita el tiempo suficiente para levantar una completa cartografía de casi todo el planeta.
-Creo que tenían en mente abandonar esta región y tratar de alcanzar una región más templada. Pero por alguna razón no pudieron hacerlo. Tal vez se produjo un inesperado bajón de temperaturas y no pudieron mantenerse calientes...
-Cómo se ve que no eres ruso, Xavi -le cortó Cornichev-. Sabes poco de supervivencia en regiones polares, ¿verdad?
-Bueno, el País Vasco no es precisamente Finlandia, pero también hace frío.
-Ya. Mira este refugio: aunque por fuera sea algo feo está bastante bien construido. Cumple con todas las reglas básicas del iglú de superviviencia. No digo yo que fuera el más adecuado para aguantar meses, pero sí para aguantar un par de semanas mientras se construye otra cosa. Con sus trajes de vuelo y un par de protectores térmicos, basta una vela para mantener la temperatura interior bastantes grados por encima de cero, aunque fuera se congelen hasta las ideas. Sólo tienes que tener la precaución de que no se bloqueen los respiraderos. Y eso fue lo que les falló. Fíjate ahí arriba ¿Ves ese tubo incrustado en el techo?
-Sí ¿Una chimenea?
-Exacto. Está obturada por la nieve. Ahora mira ahí, al fondo.
Justo debajo del tubo, Cornichev había descubierto lo que parecía un hornillo artesanal construido con una lata y una mecha fabricada con tela o algo parecido en su interior. Bajo la mecha había una masa negruzca, algún tipo de combustible helado.
-¿Qué es eso?
-Apostaría a que se trata de algún tipo de aceite o algo así. Debieron sacarlo del sistema hidráulico de la nave y lo usaron como combustible, a pesar del riesgo.
-Porque desprendía monóxido de carbono...
-Exacto. Seguramente, no tenían mejor cosa a mano. Y aquí aunque la temperatura por el día es relativamente soportable, por la noche cae en picado. La cosa funcionó mientas el respiradero se mantuvo abierto y uno de los dos se mantenía despierto y en guardia...Pero una noche de ventisca, al que le tocaba permanecer despierto le venció el frío y el sueño. La nevada arreció, la chimenea se bloqueó, el hornillo no quemaba bien y... Adiós.
-Bueno, pero lo menos no sufrieron.
-¡Bah! Yo digo lo que Yhu, la muerte es la muerte, y la de esta gente fue especialmente inútil: gastas una cantidad colosal de recursos para construir una nave interestelar, depositas en ella esperanzas y años de esfuerzo, entrenas a los mejores y más preparados para la misión y todo ¿para qué? Para que los tripulantes se maten en un accidente o se envenenen al poco de llegar. ¡Qué fracaso! Espero, por lo menos, que podamos descubrir qué fue de la nave nodriza.
-Será mejor que salgáis -sugirió Huang-. La tarde está muy avanzada y la temperatura empieza a bajar. Debemos regresar al "Jasón", esterilizar trajes y material, comer algo y descansar. Tenemos mucho que analizar y estudiar.
-Venga, Iván, salgamos de aquí. No me gustan las tumbas.
(Continuará)
septima parte
El pequeño robot excavador tardó casi una hora en ampliar el acceso al interior del iglú donde reposaban los cuerpos de los otros dos cosmonautas soviéticos. Iparraguirre no pudo evitar un escalofrío al enfrentarse cara a cara la los dos cadáveres, no por el frío -su traje le mantenía perfectamente aislado y caliente-, sino por la escena, apenas iluminada por unos focos de luz fría. Cornichev entró tras él y enseguida se puso a investigar las cajas metálicas que rodeaban los dos cuerpos sin vida.
-Valeri Glusko y Svetlana Karamova -leyó Iparraguirre en los trajes-. Biólogo y teniente coronel, respectivamente... El hombre aparenta unos treinta y tantos y cinco años y la mujer quizás cuarenta y cinco. Por la posición de los cuerpos y expresión de serenidad de sus rostros creo que murieron de frío mientras dormían... Una muerte dulce, ya sabéis.
-Pero muerte, al fin y al cabo -replicó Yhu, desde fuera-. Tanto trabajo rescatando material de la nave, construyendo ese refugio, enterrando a sus compañeros, para al final acabar así. Desde luego tuvieron mala suerte; podrían haber caído en cualquier otra parte del planeta con una climatología más benigna y haber tenido más opciones de superviviencia.
Cornichev había logrado abrir algunas de las cajas. Contenían alimentos deshidratados, unidades de filtrado de agua, botiquines, pastillas para encender fuego, lo que parecía una pistola de pulsos energéticos, crampones y cuerdas de alta resistencia, etc. Todo un equipo de supervivencia. También encontró fotografías de Medea, y un mapa esquemático de la zona en la que se encontraban, con una ruta trazada hacia tierras más meridionales. Por lo que se veía, habían permanecido en órbita el tiempo suficiente para levantar una completa cartografía de casi todo el planeta.
-Creo que tenían en mente abandonar esta región y tratar de alcanzar una región más templada. Pero por alguna razón no pudieron hacerlo. Tal vez se produjo un inesperado bajón de temperaturas y no pudieron mantenerse calientes...
-Cómo se ve que no eres ruso, Xavi -le cortó Cornichev-. Sabes poco de supervivencia en regiones polares, ¿verdad?
-Bueno, el País Vasco no es precisamente Finlandia, pero también hace frío.
-Ya. Mira este refugio: aunque por fuera sea algo feo está bastante bien construido. Cumple con todas las reglas básicas del iglú de superviviencia. No digo yo que fuera el más adecuado para aguantar meses, pero sí para aguantar un par de semanas mientras se construye otra cosa. Con sus trajes de vuelo y un par de protectores térmicos, basta una vela para mantener la temperatura interior bastantes grados por encima de cero, aunque fuera se congelen hasta las ideas. Sólo tienes que tener la precaución de que no se bloqueen los respiraderos. Y eso fue lo que les falló. Fíjate ahí arriba ¿Ves ese tubo incrustado en el techo?
-Sí ¿Una chimenea?
-Exacto. Está obturada por la nieve. Ahora mira ahí, al fondo.
Justo debajo del tubo, Cornichev había descubierto lo que parecía un hornillo artesanal construido con una lata y una mecha fabricada con tela o algo parecido en su interior. Bajo la mecha había una masa negruzca, algún tipo de combustible helado.
-¿Qué es eso?
-Apostaría a que se trata de algún tipo de aceite o algo así. Debieron sacarlo del sistema hidráulico de la nave y lo usaron como combustible, a pesar del riesgo.
-Porque desprendía monóxido de carbono...
-Exacto. Seguramente, no tenían mejor cosa a mano. Y aquí aunque la temperatura por el día es relativamente soportable, por la noche cae en picado. La cosa funcionó mientas el respiradero se mantuvo abierto y uno de los dos se mantenía despierto y en guardia...Pero una noche de ventisca, al que le tocaba permanecer despierto le venció el frío y el sueño. La nevada arreció, la chimenea se bloqueó, el hornillo no quemaba bien y... Adiós.
-Bueno, pero lo menos no sufrieron.
-¡Bah! Yo digo lo que Yhu, la muerte es la muerte, y la de esta gente fue especialmente inútil: gastas una cantidad colosal de recursos para construir una nave interestelar, depositas en ella esperanzas y años de esfuerzo, entrenas a los mejores y más preparados para la misión y todo ¿para qué? Para que los tripulantes se maten en un accidente o se envenenen al poco de llegar. ¡Qué fracaso! Espero, por lo menos, que podamos descubrir qué fue de la nave nodriza.
-Será mejor que salgáis -sugirió Huang-. La tarde está muy avanzada y la temperatura empieza a bajar. Debemos regresar al "Jasón", esterilizar trajes y material, comer algo y descansar. Tenemos mucho que analizar y estudiar.
-Venga, Iván, salgamos de aquí. No me gustan las tumbas.
(Continuará)
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Patricio Domínguez Alonso fue un paleontólogo español, gran amante de la Astronomía y Divulgador Científico.
Doctor en Ciencias Biológicas (1999) y especialista en Biología Evolutiva fue profesor de Paleontología en la Facultad de Ciencias Geológicas de la UCM. Miembro del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM) desde su creación, estaba integrado en la línea de Investigación del Centro “Episodios críticos en la historia de la Tierra”.
Su trabajo de investigación se centró en el origen de los vertebrados, evolución temprana de aves y estudios sobre el cuaternario en el Caúcaso. Para ello desarrolló estancias de investigación en Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Armenia, China y Honduras (Fte. Wikipedia)
Como aficionado a la Astronomía, desde 2008 fue Presidente de la Asociación Astronómica AstroHenares y socio destacado de la Asociación Astronómica Hubble. Desde 2005 y durante 8 años fue moderador activo y permanente de este foro, convirtiéndose en el usuario más prolífico del mismo y en uno de los garantes de su buen funcionamiento.
Con el apoyo de la Asociación Hubble y la difusión del foro, organizó algunas de las reuniones de aficionados a la Astronomía más importantes de España, como la de Navas de Estena en los Montes de Toledo, conocida como “AstroArbacia”.
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que su pérdida inició el declive del foro allá por 2013. Por eso, tras su renovación queremos rendir homenaje desde la Asociación Hubble a su figura como aficionado a la Astronomía, como persona y como gran amigo de los administradores, moderadores y muchos de los usuarios del foro, a los que siempre ayudaba con agrado y sabiduría en multitud de temas.
Nos vemos en las estrellas, amigo
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