y el resumen del original ruso reproducido por el diario alemán:
Agua en el cosmos
Muchos son los científicos que sostienen que hay pruebas que apuntan a la existencia de grandes cantidades de hielo de agua en el polo sur lunar. Pero ahora sabemos que el primero en sostener tal hipótesis fue un astrónomo ruso hace un siglo. Esta es su historia.
Uno de los pioneros de la astronomía lunar rusa fue Aristarkh Apollonovich Belopolsky, nacido a mediados del último tercio del siglo XIX en Moscú. Su padre, Constantin, fue director del instituto M-20, una de las pocas instituciones científicas zaristas que despuntaron en el campo de la química y la física de su tiempo.
Aristarkh Apollonovich Belopolsky
Belopolsky estudió en la universidad de Moscú a finales de la década de los setenta. Sus inquitudes hacia el estudio del cosmos le llevaron a convertirse en asistente de Fyodor Aleksandrovich Bredikhin, director del observatorio de Moscú, situado entonces a unos cinco kilómetros de la capital.
Poco después ocurrió lo que él mismo definió en su diario como "el mayor acontecimiento de mi vida", su ingreso en el equipo del observatorio Pulkovo, en las afueras de San Petersburgo.
Obsevatorio Pulkovo
Allí, cuenta Belopolsky, "trabajé en espectroscopía y descubrí varias binarias espectroscópicas, entre ellas Castor B". En Pulkovo trabó amistad con Oskar Backlund. Nacido en 1834, era, en palabras de Belopolsky "un hombre impresionante pese a su edad y a él debo el interés por la Luna y sus secretos".
El anciano Backlund orientó el trabajo de su pupilo hacia los trabajos de Hans Korda, el astrónomo alemán que en 1853 publicó "Der Mond", en el que afirmaba haber visto lo que eran inequívocos reflejos de hielo en algunos picos lunares. Sin llegar a tales afirmaciones, Backlund estaba con los que creían posible que algún rastro de hielo pudiese sobrevivir en el satélite, en algún remoto cráter oculto a la luz del sol. Siguiendo sus consejos, Belopolsky investigó el polo austral de la Luna con el telescopio Nortowsky de 12 pulgadas, e inició la práctica de la astrofotografía lunar en Rusia, obteniendo imágnenes tan magníficas como esta, de 1912:
Pero su mayor éxito en su paciente y detallada observación estaba por venir. El 29 de febrero de 1913, pocos días después de la muerte de su maestro, anotó esta entrada en su diario de observación:
"Al norte de la pared septentrional de Simpelius he podido distinguir a lo largo de tres noches brillantes destellos en una parte del cráter sobre la que los rayos solares no parecen incidir. No me cabe duda alguna de que se trata de destellos de hielo de agua".
Telescopio telescopio Nortowsky de 12 pulgadas
Esta sorprendente afirmación cayó en saco roto a causa del estallido de la I Guerra Mundial al año siguiente y de los sucesos revolucionarios de 1917, que llevaron a la ruina al observatorio Pulkovo. Tanto el gran refractor de 12 pulgadas como el resto del material científico así como las vidas de algunos de los astrónomos que allí trabajaban cayeron victimas del furor bolchevique. Belopolsky no tuvo mucha mejor suerte, y murió en el olvido en Siberia en 1920.
Pero gracias a él, las agencias espaciales ya saben a dónde dirigir sus sondas.
Me encantan las cosas que pueden leerse en estas entrañables fechas.