
3 de Septiembre de 2.010
De la Ragua al cielo
Fue un buen día, sí. Empezó bien y terminó mejor. Y qué mejor manera de cerrar un día genial si no es con una observación más genial todavía. Un buen día de trabajo, una charla con la familia que hace tiempo que no ves, una buena noticia… Es increíble, cuando piensas que ya has tocado el cielo (y nunca mejor dicho), todavía puedes subir la mano un poco más arriba. Claro que si ese cielo está a 2000 metros de altura y resguardado casi totalmente de la contaminación lumínica, eso es bastante probable. Si a ello le añades muchas ganas, buena temperatura, un equipo de ensueño y buena compañía, el éxito casi está asegurado.
Es curioso, hay aficiones que piensas que poco más pueden dar de sí, casi da miedo que puedan estancarse, piensas que mejor no exprimirla, para poder dejar siempre unas últimas gotas de elixir a las que recurrir en caso de necesidad, y cuando te das cuenta de que ello es posible, que todavía puede ser mejor, la sensación es de infinita satisfacción. Y de esperanza. Tal vez este sea mi sitio natural. Tal vez encontré el camino, tal vez.
Teníamos muchas ganas de subir a la Ragua, pensábamos que encontraríamos un buen cielo, y no nos defraudó. Autovía a La Calahorra desde Granada, con susto en el cuerpo incluido, hay conductores que deben obtener el carnet en una tómbola, pero ni la imprudencia ajena impide que lleguemos a nuestro destino. Pasamos la población de la Calahorra rumbo al mencionado puerto, a la derecha nos queda el castillo del mismo nombre, construido por el Marqués del Cenete en el s. XVI, quien trajo de Italia un gran número de elementos decorativos, ya labrados, con los que se realizó. Es una pena que nuestro paso sea ya anochecido, pues sólo podemos distinguir las líneas medievales en la distancia. No paramos para hacer fotos, pues vamos con el tiempo un poco justo y no queremos entretenernos. Frente al Castillo, un bonito hotel de construcción acorde a su vecino nos recuerda, con ambiente festivo, que es viernes por la noche.

Comienza el ascenso, unos 14 km de curvas, con tramos que carecen de quitamiedos mezclados con otros con postes fluorescentes, que nos indican que estamos en carretera de montaña, al igual que las que recuerdan tocar el claxón en las curvas
Nada más coronar el puerto, a 2000 metros de altura, mis habituales miedos a los sitios de observación se disipan. Hay una gran explanada junto a un precioso albergue de montaña, cerrado en verano (La explanada parece preparada para una observación astronómica multitudinaria, y parece estar esperándonos…)
El espectáculo celeste nos deja sin palabras, casi sin respiración. Pocas veces hemos visto un cielo igual. Son las 10 de la noche, y una impresionante Vía Láctea cruzando el cielo nos da la bienvenida. Parece un arcoiris! La mejor banda sonora que nos pueda brindar la noche: el sonido del agua en un arrochuelo cercano y el de las chicharras cantando, rememorando los últimos coletazos del verano.
Nos vamos animando por momentos, ante la majestuosidad del lugar, parece imposible que una noche así pueda estropearse.
Montamos rápido, que para eso tenemos un dobson, lo que significa fácil y ágil montaje. Acabando de ajustarlo todo, observamos 2 luces blancas a lo lejos, que comprobamos se van acercando a nosotros. Poco a poco, el sonido de voces acompaña a estas luces. Se trata de una pareja, hombre y mujer. Siempre he pensado en el carácter afable de los montañeros y senderistas, de los amantes de la naturaleza. Pero esta noche quedo perpleja. Saludamos amablemente, en un intento por aliviar la posible preocupación que pueda invadirle al que se encuentre con dos locos, a oscuras, y con un artilugio de casi 2 metros de altura, y resulta que no nos contestan. Tal cual. Y no sólo no nos contestan, es que además callan a nuestro paso. Habrán pensado que era un bazoca...? A saber lo que les ha pasado por la imaginación… La civilización no sólo nos ha traído la contaminación lumínica, también el olvido de las buenas costumbres.

Pero da igual, no es eso lo que nos ha llevado a hacer 100 kms desde casa ni a subir a 2000 metros de altitud, es el cielo, que parece reclamar nuestra atención, impaciente porque empecemos nuestro paseo.
Los cúmulos siempre me recuerdan explosiones de fuegos artificiales, por eso, posiblemente, la manera adecuada de empezar la noche sea celebrando el espectáculo celeste que tenemos a nuestro alcance, con esto, con fuegos artificiales, o lo que venimos a llamar cúmulos globulares.
¿El 1º? ¿Por qué no M4? En realidad, mi compañero ya lo tiene en el ocular. Mira, a la derecha de Antares, guíate por ella y por la siguiente estrella, justo en medio, tienes M4.
Quiere que empiece a buscar los objetos por mí misma, piensa, y con razón, que tendré más satisfacciones si lo hago así y no tan a remolque como voy. Tiene razón, sí, él es tan buen buscador que simplemente me dejo llevar en cada paseo. Intentaré aprender, para eso tengo buen maestro.

Pues sí, ahí tenemos M4, en Escorpio, perfectamente definidas e individualizadas cada estrella que la componen. Se trata de un bonito cúmulo, distinto en su estructura a cualquier otro.
Siguiendo en el Escorpión, bien podemos olvidarnos de su alma sanguinaria observando el cúmulo de la mariposa. Esta noche lo veo nuevo a mis ojos. Justo cuando empieza la vía láctea, ahí está. Me recuerda las Pléyades, aunque más compactas. Me gusta con el ethos 13, pero con el 26 se abarca por completo. Si con el 13 quedaban dispersas, el 26 logra reunirlas, agruparlas.
De Escorpio, pasamos a la serpiente, en su cabeza, M5, otro cúmulo globular, muy compacto en el interior, para luego, gradualmente dispersarse en sus límites.
Ya que estamos en la sibilina, serpenteamos hasta la Nebulosa del Águila, cercana a un lateral de la Vía Láctea, la distingo en sus líneas, siempre recordando que se trata de una nebulosa más débil y difuminada que otras, por ejemplo, las que podemos encontrar en Sagitario.
Y rumbo a Sagitario, a Quirón, el sabio, abandonado por su
madre por ser "diferente". Aunque, realmente, fue una suerte, el ser
distinto a los demás le valió ser educado por Apolo y Artemisa, los cuales
lo convirtieron en alguien sabio y diestro a la par. Te hace pensar. Por
qué no aprovechamos lo que nos hace singulares para fomentarlo y hacernos
únicos, en lugar de acomplejarnos? Sería una buena lección la que
aprenderíamos de él, de Quirón, de nuestro Sagitario.
Nos dejamos guiar por el maestro para seguir disfrutando de la noche. Podemos empezar con la nebulosa de la Laguna. Con el 26 queda centrada completamente en el ocular. Con el 13, éste se llena por completo. El cielo es tan bueno que todo es distinto esta noche, todo es especial. Me da la impresión de estar sumergiéndome en un mar, en el que poder nadar, abstrayéndome de los problemas cotidianos.
Sagitario nos muestra ahora la Trífida, que con el 13 perfectamente quedan
definidos sus 3 pétalos.
Acabamos con las nebulosas en Sagitario con Omega, vista con el 13. Es mi favorita, sin lugar a dudas. Me recuerda un ave, tal vez una paloma, abriendo sus alas, a punto de iniciar el vuelo. Seré repetitiva, pero es la verdad, es mi Nike Aptea particular, mi Victoria Alada. El triunfo en la palma de mi mano. Aunque sería mejor decir en la retina de mis ojos.
Como buen maestro, Quirón estaría orgulloso de nosotros al saber que el repaso de su constelación va a ser casi absoluto, así que empezamos un largo recorrido a lomos de su mitad caballo. Un recorrido, que, a pequeños saltos, nos lleva de un cúmulo a otro: M28, pequeñito, redondo, compacto. Tengo la sensación, al mirarlo, que podría atraparlo con la mano; a lomos del mitad caballo, 2 hermanos caminan, 2 pequeñines, llamados NGC 6522 y NGC 6528, en el mismo campo del 13 mm.
Visible a simple vista, magnitud 5, tenemos uno de los cúmulos globulares más cercanos a la tierra, se trata de M22. Espectacular.
En la lejanía, y siguiendo en Sagitario, nos observa el pequeño cúmulo NGC 6638, cercano a él, y más pequeño todavía, NGC 6642. Siguiendo el resto de cúmulos, NGC 6558, tan pequeño que apenas se distingue y, jugando a su lado, NGC 6569
Volviendo al catálogo Messier en Sagitario, y siguiendo con los cúmulos encontramos a M54, como un puntito, redondo y brillante. El pobre, debido a un error en traducción, largo tiempo considerado como una “nebulosa muy brillante”. Pero no, se trata de un cúmulo. Pienso en esto, en la impotencia que produce el que no te vean como realmente eres, cuando intentas un reconocimiento que no llega nunca y que sabes que nunca llegará. M54 consiguió finalmente su consideración como cúmulo, pero a mí me cabe la duda si en algunos casos no es mejor claudicar. Si se acepta la realidad, al menos se obtiene una recompensa: el descanso. Y no es poco.
Más cúmulos en Sagitario, me gustan los cúmulos y los estoy disfrutando, alejada del mundo, 2 km por encima del mar. M70, pequeño, algo menos brillante que M54, y M69, éste parece que ha comido algún petit suisse más o el colacao le ha sentado algo mejor, porque es algo más gordito.
Finalizando con Sagitario, M55, a mitad de camino entre abierto y globular. Ya está muy cerca de Capricornio. Cerca de 100.000 estrellas apelotonadas y tal vez igualmente tocadas por la soledad. Como cuando viajamos en el metro de una gran ciudad y miras a un lado y otro y sólo ves personas ensimismadas, aisladas del resto, aunque físicamente apenas a unos centímetros unos de otros. Uno lee, otro escucha música, el de más allá observa el vacío… Pero raramente escuchas risas, o contemplas una animada conversación.
Y ahora sí terminamos con Sagitario, con M75, un poco decepcionante después del anterior.
Como buen maestro, Quirón disfruta de un buen alumno, y éste es Ophiuco, el médico, nuestro José Carlos (JCS), aunque bien diferenciado, pues éste tiene los pies asentados en la tierra y el primero no deja de ser un semidios, y ya se sabe cómo funcionan éstos, media vida discutiendo y peleando con los dioses. De hecho, Hades lo tenía muy enfilado, y es que su habilidad para alejar a los huéspedes del infierno, hizo que el hermano de Zeus lo aniquilara. En la tierra también tenemos puñaladas por la espalda, pero, al menos, no causan la muerte. Eso sí, también duelen mucho. Sobre todo, si sigues actuando como si no la hubieras sentido.
Pues bien, aquí disfrutamos de un sustancioso cúmulo globular como es M12, y de sus hermanos gemelos M10 y M14, observable éste último fácilmente con prismáticos.
En el Escudo, y encontrado por casualidad, el NGC 6712, una estrella fugaz cruza el ocular, tal vez sea el premio por hallarlo. Hay quien dice que sólo se está vivo si hay alguien que piensa en ti. O, tal vez, sea al revés, sólo se está vivo en la medida que se ama. Estamos vivos proporcionalmente a nuestra capacidad de amar. Así, este cúmulo está vivo porque lo estamos observando y sabemos de su existencia.
En esta misma constelación del escudo del Rey Sobieski, tenemos también M11, los patos salvajes, muy brillante y disperso. Unas 200 estrellas encabezadas por una más rutilante, en el centro, dominando el vuelo.
Un repaso a algunos de nuestros objetos favoritos: M51, muy débil y borroso, en la única zona mala del lugar, la que da a Guadix, pero cuando algo te gusta, es muy difícil no acercarse sabiéndolo tan próximo. Da igual el resultado.
M13 y su galaxia. M13 nunca deja de enamorarme, cuando pienso que ha pasado la pasión, con sólo volver a verlo, vuelvo a sentir esas mismas mil sensaciones antiguas. Y es que mientras quedan rescoldos, la llama es fácil de reavivar.
Su galaxia, siempre en segundo término. Imposible alcanzar protagonismo ante tal explosión de luz.
Y la gamma del delfín, 2 brillantes, en amarillo oro la principal y verde mar la secundaria, aunque como ocurre en la vida, no todo es lo que parece, pues, en realidad, se trata de una anaranjada, transformada por efecto óptico
Y, enganchados a las garras del cisne, éste nos lleva (de igual que transportó a Simbad hasta el valle de los diamantes), hasta su tesoro: los Velos.
Con el nágler 26 Y OIII nos movemos primero por el encaje, guarecidos de posibles nubes por el ala del cisne. Nos movemos con el telescopio para poder apreciar este ensamblaje con el resultado de nebulosa.
Y, ahora, el velo de la 52CYG, cuidadosamente bruñida, su brillantez no nos impide recorrer verticalmente este delicado trazo.

Antes de observar a los amantes, realizamos un descanso para tomar un breve refrigerio. Y tan breve, entusiasmada en otros menesteres, la mitad del avituallamiento ha quedado en casa. Mientras disfrutábamos de la noche, 2 caravanas llegaron, con turistas, incluso un perrito que se acerca a comprobar qué artefacto hay allí colocado, me recuerda a Chara, la astroperra de Carlos y Vanesa, con los que compartimos noche en el Pinar.
Pero éste no se queda con nosotros, parece ser que todavía no ha descubierto las bondades de un buen telescopio.
Mientras cenamos, oímos las risas vecinas, haciendo lo propio, y comentando el frío que hace siendo primeros de septiembre. Y es que olvidan que estamos muy alto. Pero a nosotros nos gusta oírlos. Han sido respetuosos con las luces y nos hacen sentir acompañados, allí, cerca del cielo.
Y ahora sí, vamos en busca de los amantes. Primero, él, Perseo, con el nagler 26 su doble cúmulo es espectacular, impresionante, brillante, los dos atrapados bajo el mismo ocular. Con el ethos 13, observamos cómo intentan separarse el uno del otro. Perseo en su lucha interna, una parte de él intentando salvarse a sí mismo, la otra, deseando salvar a su amada.
Lucha inútil cuando ambas cosas son factibles y simplemente se trata de saber combinarlas, aunarlas.
Y ahora, le toca el turno a ella, a Andrómeda. Con el Ethos 13 se aprecia perfectamente el brazo negro que la atraviesa de lado a lado. Tal vez sea el abrazo de Perseo. Cuán fácil es dar ese abrazo, una palabra de ánimo y qué difícil es obtenerlo en ocasiones.
Arriba, a la izquierda, la elíptica enana comparada con su compañera, M32, y abajo, a la derecha, su gemela M110.
Y fruto del amor de la pareja Andrómeda y Perseo, Almach, una pareja impresionante, grande y amarilla la primera; pequeña y azul, la segunda. Y es que el amor sólo da buenos frutos.
Ahora le toca el turno al jefe, Júpiter. En el momento en que lo escudriñamos, una luna está a punto de cruzar por delante, parece un granito que haya germinado en el planeta. Mientras, otra luna está cruzando, floreciendo como un pequeño lunar.
Pasamos ahora a la Little Dumbbell, redondita y juguetona con el 26. Con el 13, compacta y suave, con forma de cacahuete. Cierro la mano inconscientemente, en un intento subconsciente de acariciarla.
Seguidamente, la Little Gem, en Capricornio, parece una minúscula bolita, se trata de una nebulosa planetaria.
Con la suave música de Lyra, distinguimos M57, el anillo, perfectamente distinguible su parte central, reprimo los deseos de asomar la cabeza por su aro y saludar al universo.
Brincando de constelación en constelación, llegamos a Acuario para seguir nuestro repaso a las nebulosas. Ahora le toca el turno a la nebulosa de Saturno, muy similar a su tocaya planeta.
En la misma constelación, la Hélix. En medio de la nada aparece un remolino en el cielo. Con el 26 ocupa el ocular entero. Con el 13, desborda el ocular. La vemos mejor que nunca.
Y la última nebulosa planetaria de la noche, en azul increíble: la blue snowball.
Volvemos a Júpiter, que pasado un rato está más alto. Ahora la sombra de la luna está a la izquierda, arriba, mientras la propia luna está a la derecha.
Le distinguimos la banda gruesa central al planeta, y otras dos más delgadas debajo. La gruesa y central, es marrón oscuro, las finas de debajo son, una de marrón muy oscuro, y otra, subjetivamente, yo la veo azul, muy oscuro también.
Y Urano, con un leve tono verdoso, más destacable el haz de luz que a su lado cruza el ocular, rastros quizá de una estrella fugaz. Como ocurre con la vida real, no siempre las apariencias coinciden con el interior. Una gran apariencia puede esconder un ser débil y con poco fundamento.
Desciframos, ahora con el Uwan 7, primero un cúmulo globular, M15, localizable a simple vista en la constelación de Pegaso.
215 aumentos (Uwan también) para M13, desbordándose.
Y el anillo, de nuevo, con el mismo 7, no pierde su nitidez. Y es que es muy buena noche.
Un juego de ases ante nosotros: la galaxia del triángulo, muy grande, ocupa todo el 13MM, pero muy débil, no me llama la atención.
Es tarde, y todavía tenemos que bajar el puerto. Como es noche de cúmulos, no podemos dejar algunos en la lista, y avistamos en el triángulo, NGC 752, cúmulo abierto. M72, en Perseo, y en la misma línea de objetos: M34, un cúmulo abierto con 2 estrellas centrales, que parecen despedirnos con su mirada.
Ha sido una buena noche, qué digo buena, ha sido fabulosa.
Sí, tengo que aprender a buscar yo sola. Es hora de hacer cambios, de tomar las riendas, aun a costa de estas narraciones. Y pienso, quién sabe qué nos depara el destino, pero también pienso que da igual. Depare lo que depare, seguro que será sorprendente y maravilloso. Sólo hay que tener confianza. Confianza en uno mismo.