Mensajepor Telescopio » 21 Feb 2006, 08:16
EL SECRETO DE MEDEA
septima parte
El pequeño robot excavador tardó casi una hora en ampliar el acceso al interior del iglú donde reposaban los cuerpos de los otros dos cosmonautas soviéticos. Iparraguirre no pudo evitar un escalofrío al enfrentarse cara a cara la los dos cadáveres, no por el frío -su traje le mantenía perfectamente aislado y caliente-, sino por la escena, apenas iluminada por unos focos de luz fría. Cornichev entró tras él y enseguida se puso a investigar las cajas metálicas que rodeaban los dos cuerpos sin vida.
-Valeri Glusko y Svetlana Karamova -leyó Iparraguirre en los trajes-. Biólogo y teniente coronel, respectivamente... El hombre aparenta unos treinta y tantos y cinco años y la mujer quizás cuarenta y cinco. Por la posición de los cuerpos y expresión de serenidad de sus rostros creo que murieron de frío mientras dormían... Una muerte dulce, ya sabéis.
-Pero muerte, al fin y al cabo -replicó Yhu, desde fuera-. Tanto trabajo rescatando material de la nave, construyendo ese refugio, enterrando a sus compañeros, para al final acabar así. Desde luego tuvieron mala suerte; podrían haber caído en cualquier otra parte del planeta con una climatología más benigna y haber tenido más opciones de superviviencia.
Cornichev había logrado abrir algunas de las cajas. Contenían alimentos deshidratados, unidades de filtrado de agua, botiquines, pastillas para encender fuego, lo que parecía una pistola de pulsos energéticos, crampones y cuerdas de alta resistencia, etc. Todo un equipo de supervivencia. También encontró fotografías de Medea, y un mapa esquemático de la zona en la que se encontraban, con una ruta trazada hacia tierras más meridionales. Por lo que se veía, habían permanecido en órbita el tiempo suficiente para levantar una completa cartografía de casi todo el planeta.
-Creo que tenían en mente abandonar esta región y tratar de alcanzar una región más templada. Pero por alguna razón no pudieron hacerlo. Tal vez se produjo un inesperado bajón de temperaturas y no pudieron mantenerse calientes...
-Cómo se ve que no eres ruso, Xavi -le cortó Cornichev-. Sabes poco de supervivencia en regiones polares, ¿verdad?
-Bueno, el País Vasco no es precisamente Finlandia, pero también hace frío.
-Ya. Mira este refugio: aunque por fuera sea algo feo está bastante bien construido. Cumple con todas las reglas básicas del iglú de superviviencia. No digo yo que fuera el más adecuado para aguantar meses, pero sí para aguantar un par de semanas mientras se construye otra cosa. Con sus trajes de vuelo y un par de protectores térmicos, basta una vela para mantener la temperatura interior bastantes grados por encima de cero, aunque fuera se congelen hasta las ideas. Sólo tienes que tener la precaución de que no se bloqueen los respiraderos. Y eso fue lo que les falló. Fíjate ahí arriba ¿Ves ese tubo incrustado en el techo?
-Sí ¿Una chimenea?
-Exacto. Está obturada por la nieve. Ahora mira ahí, al fondo.
Justo debajo del tubo, Cornichev había descubierto lo que parecía un hornillo artesanal construido con una lata y una mecha fabricada con tela o algo parecido en su interior. Bajo la mecha había una masa negruzca, algún tipo de combustible helado.
-¿Qué es eso?
-Apostaría a que se trata de algún tipo de aceite o algo así. Debieron sacarlo del sistema hidráulico de la nave y lo usaron como combustible, a pesar del riesgo.
-Porque desprendía monóxido de carbono...
-Exacto. Seguramente, no tenían mejor cosa a mano. Y aquí aunque la temperatura por el día es relativamente soportable, por la noche cae en picado. La cosa funcionó mientas el respiradero se mantuvo abierto y uno de los dos se mantenía despierto y en guardia...Pero una noche de ventisca, al que le tocaba permanecer despierto le venció el frío y el sueño. La nevada arreció, la chimenea se bloqueó, el hornillo no quemaba bien y... Adiós.
-Bueno, pero lo menos no sufrieron.
-¡Bah! Yo digo lo que Yhu, la muerte es la muerte, y la de esta gente fue especialmente inútil: gastas una cantidad colosal de recursos para construir una nave interestelar, depositas en ella esperanzas y años de esfuerzo, entrenas a los mejores y más preparados para la misión y todo ¿para qué? Para que los tripulantes se maten en un accidente o se envenenen al poco de llegar. ¡Qué fracaso! Espero, por lo menos, que podamos descubrir qué fue de la nave nodriza.
-Será mejor que salgáis -sugirió Huang-. La tarde está muy avanzada y la temperatura empieza a bajar. Debemos regresar al "Jasón", esterilizar trajes y material, comer algo y descansar. Tenemos mucho que analizar y estudiar.
-Venga, Iván, salgamos de aquí. No me gustan las tumbas.
(Continuará)