En verano me conformo con quedarme con los prismáticos sentado al fresco, esperando y desesperando. En esas noches, tengo la suerte de poder disfrutar del espectáculo natural de la cacería nocturna de un grupo de "salamanquesas", "geckos", o "esgarraropas" * que les decía mi abuela y luego os cuento porqué.
Habitualmente mantienen las distancias unos con otros, cada uno en su zona de pared; los más grandotes alguna vez pelean y hay que verlo, a bocados en la cabeza, como suele ser habitual el que tiene la boca más grande se queda y el perdedor se busca otro rinconcito. Parecen unos bichos lentos, tranquilos y torpes. ¡ Para nada ! Cuando cazan se mueven en tramos cortos y muy rápidos, y si aparece alguna polilla... empieza el show. Se olvidan de territorios, tamaños y respetos y se lanzan todos a por ella, recorriendo pared y techo a toda velocidad. Espectacular, de verdad, verles saltar de una a otra nervadura del techo de uralita... pero boca abajo, vamos, como lo veis en la foto que dejo abajo. Empiezan a corretear por el techo y si uno atrapa la pieza siempre hay algún listillo que se la intenta quitar, con lo cual en alguna ocasión incuso los pequeños tienen su premio.

*esgarraropas: le llamaban así por la creencia popular de que se comían la ropa. Abrían los arcones o armarios para sacar los abrigos y mantas para el invierno, y encontraban al presunto autor del delito junto a la ropa presuntamente "comida", vamos, apolillada. También forzaban a tapar siempre, en la cocina, la olla donde se hervía la leche, pues si caían dentro (a pesar de sus habilidades, muchas veces caen al suelo), la agriaban.
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Siguiendo con las fotos, acabo de regresar de unos días de vacaciones para descubrir que tengo unos nuevos vecinos en el "area de observación", no demasiado cerca pero más de lo que me gustaría:
