He podido comprobar en los post de alguno que otro aquí y allá, así como en las propias carnes, que el frío "echa para atrás" a la hora de plantarse en mitad de algo que no sea en casa.
Como ya digo que yo mismo soy sensible a las "crueldades" de la intemperie, se me ocurrió, y además a mi solito y sin que nadie me lo dijera
, un remedio chapusero pero eficaz. Lo llamé la "cúpula-jaima", porque alguna relación tiene con eso.
Consiste en tener una sombrilla playera, lo más oscura posible y de metro y medio de radio. Condición indispensable es que el palo donde está el sistema de apertura y cierre, sea de los que levantando una plaquita se pueden inclinar unos 45º.
A continuación se necesita una sábana, también lo más oscura posible, que una vez abierta la sombrilla, iremos sujetando todo a su alrededor con pinzas de la ropa, excepto una parte que quedará abierta pues por ella tiene que asomar el instrumento. Esa parte abierta deberá tener la suficiente amplitud para que también esté practicable el buscador.
En el interior, se puede poner la clásica sillita de camping, o el taburete, además de todo el equipo. A medida que variemos de constelaciones podemos simplemente reorientar la "cúpula-jaima" según nos convenga.
En cuanto a la altura a la que debe situarse el palo central, dependerá de las necesidades del momento, pero ni muy arriba ni muy bajo. Por supuesto el palo debe tener algún soporte que impida que se caiga, en tiendas de deporte y camping se venden estos artilugios por lo que no es necesario cargar con el clásico de cemento de las terrazas de cafeterías y bares.
Esto, que puede parecer chunga,
os aseguro que no lo es, ni tampoco es que me falte algún tornillo a estas horas de la noche 
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Os puedo asegurar que es muy eficaz, pesa muy poco, apenas supone esfuerzo alguno su montaje, desmontaje y transporte, y la protección contra el relente, la helada, el puñetero airecillo, es de lo más eficaz, tanto para vuestras personas como para vuestro instrumental. Incluso, si las telas son oscuras hasta no se molesta a los demás con las luces propias que se puedan encender en su interior. Y, por si fuera poco, es baratísimo. Para comprobar lo que estoy diciendo basta con que un día utilicéis una sombrilla sin más durante un rato. Al cabo de ese rato, tocar la cubierta de la sombrilla y comparar con la superficie del teles.
El único inconveniente es que os podeis topar con la incomprensión de la familia, la mujer o el marido, los amigos, los vecinos, y hasta de los compañeros de observación. Claro que a estos es más fácil convencerlos invitándolos a entrar en el tenderete para que comprueben por sí mismos sus ventajas.
Así que casi prefiero quedarme en la descripción... e insistir en la recomendación, pues va estupendamente.
