El pasado enero mi inconmensurable genio estuvo realmente sembrado y dio con la clave de la solución de algunos de los gravísimos problemas que atenazan a la humanidad.

Por ejemplo, descubrí que un ambientador eléctrico (de esos que se ponen en los enchufes y cuyos recambios cuestan una pasta) puede ser rellenado con colonia femenina de garrafón, obteniéndose unos resultados aromáticos óptimos y súmamente económicos. También he desarrollado una revolucionaria técnica para desvestir, limpiar, cambiar el pañal y volver a vestir a un bebé de tres meses en menos de 3 minutos. Por no hablar de mi sofisticado sistema de recepción múltiple DVB-T (vamos, la televisión digital terrestre ahora de moda) compatible con la señal analógica UHF sobre la base de dos antenas (una interior y otra colectiva) con el que evito las engorrosas reuniones de vecinos para hacer las modificaciones anteniles oportunas y -de paso- ahorrarme la pasta de la correspondiente derrama.
Sin embargo, sería a finales del mes pasado cuando mi asombroso intelecto desarrolló su máxima potencialidad en un tema que -como a todos los que estamos aquí- me fascina: la observación astronómica.
Veréis, estaba yo haciendo unas tomas de Saturno con mi Toucam II y mi maksutov/cassegrain 127/1500 a foco primario cuando me planteé que sería interesante poder disponer de algo más de longitud focal para poder tomar unas imágenes planetarias un poco más grandes y/o poder emplear técnicas como la proyección por ocular. Para eso existen unos artilugios conocidos como telextender. Los hay de varios precios, desde los cutrecillos de 60 euros a los superguays de más de 150 euros. Pero siempre cabe la posibilidad de construirse uno mismo uno de estos tubos extensores.
¿Podría construirme uno por poco dinero (o por ninguno)? Teniendo esta idea en la cabeza sufrí un repentino apretón que me obligó a ir con urgencia al cuarto de baño donde, al tirar del rollo de papel higiénico (ya bastante reducido), una luz se iluminó en algún recóndito rincón de mi cerebro y me dijo:

Una vez acedentado, corrí al otro cuarto de baño donde comprobé que también el rollo estaba en las últimas, así que sólo tuve que esperar unas horas para poder tener en mis manos dos espléndidos cilindros de cartón:

A continuación, corté los cilindros para poder ajustarlos al diámetro de un portaoculares y de un ocular estándar de 1.25 mm:

Luego pinté el interior de negro mate, aunque posteriormente opté por cubrirlo con una cartulina pegada que resultó más eficiente:

Teniendo a mano el adaptador de la webcam, un ocular de 10mm y el prisma de mi telescopio, fui ajustando las piezas para que encajaran sin problemas, sujetando los tubos con cinta adhesiva y luego con pegamento:




La cosa ya estaba casi lista. Sólo faltaban unos detalles menores (reforzamiento de los tubos con cartulina negra, "embellecerlos" con un forro adhesivo, mejorar la sujección del adaptador de la cámara empleando unas tiras de fieltro adhesivo, etc.) y listo. Aquí tenemos el cutrextender extendido y recogido:

Sólo restaba probar el artilugio a ver qué tal funcionaba. La primera prueba, un par de noches después de tener la idea, la hice sobre mi querido 127/1500 apuntado hacia Saturno, empleando la técnica de foco primario sin ocular y sin seguimiento:

El resultado de la toma y del procesado de 192 frames con Registax 3 es este:

No está nada mal, pero, ¿qué tal se portará el cutrextender con un ocular de 10mm?
Como no tengo montura motorizada, tuve que recurrir a los buenos oficios de un amigo que dispone de una magnífica EQ5 para su refractor de 150 mm. Así que hace un par de noches, montamos mi telescopio sobre la montura, colocamos el cutrextender con un ocular estándar de 10mm, apuntamos y con la Toucam II realizamos unas cuantas tomas de prueba con las que ir ajustando el invento hasta que por fin pudimos realizar una de unos 60 segundos de los que resultaron unos 500 frames útiles que fueron procesados con Registax 3. Este fue el resultado:

He reducido la imágen de forma que pueda compararse con la anterior. Como veréis, se ha ganado mucho.
¡Y todo esto gracias al humilde rollo de papel higiénico en un viaje sin escalas desde el retrete a las estrellas!
Si es que estoy que me salgo...
Chao