¡Qué sorpresas depara la vida! Hace una semana estuve en Ucieda de Arriba (Cantabria), pueblo del que procede la familia de mi madre, dando los últimos toques a la reconstruida casa de mis abuelos, que en paz descansen. Mucho trabajo, mucho dinero y mucha ilusión han hecho falta para que el viejo caserón (del que apenas quedan los cimientos) se haya trocado en esta bonita construcción en la que espero disfrutar de unos veranos espléndidos y de unos cielos nocturnos majestuosos:
El caso es que, revisando viejas cajas almacenadas en el garaje (antiguo establo) desde tiempos casi inmemoriales, me he encontrado con una ajada colección de fotos familiares, entre ellas algunas de Don Cipriano Aldona, mi bisabuelo, ilustre "indiano" local que regresó a su pueblo allá por 1910 tras haberse hecho una pequeña fortuna en la Cuba de principios de siglo en un negocio naviero. Don Cipriano era -para su época- un hombre poco convencional, políglota, profeta del ecologismo, amante de las ciencias y, sobre todo, aficionado a la fotografía y a la astronomía. Vamos, un extravagante con dinero, en opinión de sus convecinos, según cuentan en mi familia. Pero gracias a sus aficiones, han llegado a mis manos unos cuantos testimonios gráficos de gran valor, que he escaneado y restaurado. Uno muestra cómo era la casa de Ucieda allá por los años 20, antes de ser arrasada por las furias de la guerra civil:

Poco que ver con la casa actual, como podéis ver, aunque hayamos procurado mantener cierta similitud en el estilo. El caso es que Don Cipriano se trajo desde las Américas un viejo catalejo con el que durante años mosqueaba por las noches a los vecinos del pueblo visitando otros mundos. Cómplice en sus actividades nocturnas era Don Esteban Ridón, el maestro del pueblo, otra "fuerza viva" tan extravagante como él, lo que no hacía sino acentuar la desconfianza del personal.
Llegó un momento en que el viejo telescopio no dio más de sí, y aprovechando un viaje a Francia a mediados de los años 30 por asuntos familiares, Don Cipriano se compró un carísimo, pesado e impresionante refractor de 90 mm. que sin duda no tuvo parangón en toda la provincia durante mucho tiempo. Por suerte, he podido rescatar otra foto de finales de los años 50 (¡en color!) que muestra no sólo el refractor de mi bisabuelo, sino también a su querido gato "Tadeo":

Por lo que sé, el viejo telescopio fue vendido por mi abuelo (a quien la astronomía no le interesaba mucho, lo suyo era la industria láctea) a un anticuario de Santander a finales de los años 60. Así que no queda más imagen del artefacto en cuestión que esa. Sin embargo, de lo que no se desprendió fue de la vieja cámara Kodak Hawkette 6 x 9 120 de 1930 y que ha llegado hasta hoy, siendo conservada como una reliquia familiar por un tío mío:

Pues bien, el caso es que revisando las viejas fotos me encontré con esto:

¿De dónde había salido esta foto lunar? Sintiendo un pálpito, di la vuelta a la vieja fotografía y pude leer esta anotación:
Luna, marzo 1942. Cámara Kodak 120 acoplada al refactor
Me quedé de piedra: ¡Una astrofotografía de 1942 de mi bisabuelo! ¿Cómo demonios se las apañó para acoplar la cámara al telescopio? ¿Cómo pudo calcular la exposición correcta? Misterio.
Ya lo decía mi abuela: Hijo, tienes las mismas manías que mi señor padre, que en paz descanse...
Cosas de familia...
Saludos