Retomo y rehago un post anterior para contaros cómo se vive la Feria del Libro de Madrid desde el otro lado de la trinchera, esto es, desde el interior de una caseta, en concreto de la nº 252, que es la que le correspondió en suerte a EQUIPO SIRIUS, editora de la revista "ASTRONOMÍA" entre otras cosas, en esta edición de tan popular evento lúdico-cultural.
Desde hacía un tiempo el responsable de la editorial, Jorge Ruiz Morales, me venía insistiendo en la conveniencia de contar conmigo para un par de sesiones de firmas de autor de cara a la promoción de "CONSPIRACIÓN EN BIZANCIO", mi primera novela editada por Equipo Sirius bajo el sello "Transversal". Así que acordamos que tan magno acontecimiento tendría lugar los días 1 de junio (por la tarde) y 15 de junio (por la mañana).
Así pues, en la tarde del 1 de junio cogí el Cercanías y en unos minutos me planté en la muy madrileña estación de Atocha a eso de las 17:45. Nada más salir a la calle, me fije en el cielo y vi que la cosa no pintaba demasiado bien:
Como casi todos los años, la lluvia parecía estar dispuesta a ahogar las primeras horas de la Feria. Y, en efecto, conforme subía por la calle Alfonso XII, las primeras gotas de agua empezaban a caer. Sobre el viejo Observatorio Astronómico de Madrid, que fuera fundado en tiempos de Carlos III, oscuras y pesadas nubes auguraban una firma de ejemplares pasada por agua:
Al cabo de unos minutos, mientras entraba en el parque camino del Paseo de Coches, una fuerte precipitación meteórica de carácter acuoso se dejó caer sobre la Villa y Corte. Llovía a mares. Menos mal que me había traído el paraguas. Apreté el paso, miré de soslayo a la demoníaca estatua del Ángel Caído (que seguro tenía algo que ver con aquella meteorología) y pronto llegúe a la Feria. Por fortuna, la caseta de Sirius estaba bastante bien situada (en especial respecto a un chiringuito cervecero) y enseguida me pude refugiar en su interior.
Allí estaban el ya citado Jorge Ruiz Morales, Ángel Gómez Roldán (redactor-jefe de "ASTRONOMÍA") y Paco, el fotógrafo.
De izquierda a derecha, Ángel Roldán, Jorge Ruiz y yo, en una pose algo curiosa
Paco y Ángel, en una foto mía
Convenientemente saludado todo el mundo, y rodeado de montones de libros de astronomía, divulgación científica, ciencia-ficción y novela histórica (todo de autores españoles), me senté en mi taburete y me dispuse a mi tarea. La primera anécdota la marcó un inesperado corte de luz ocasionado por la lluvia, pero al cabo de un rato el intenso aguacero nos dio una tregua y todo volvió a la normalidad. No tardó en aparecer el primer cliente. Pues nada: dedicatoria y a pasar por caja.
¡Ya cayó uno!
Mientras los paseantes iban y venían, unos ojeando, otros mirando y los más pasando de largo, nosotros nos entreteníamos hablando de astronomía, astronáutica, observación, libros y películas de ficción científica, sobre lo difícil que es publicar siendo autor nóvel o sobre la deconstrucción gastronómica tan de mora ahora (mi propuesta sobre unos huevos fritos con chorizo deconstruidos concitó el aplauso general). Al cabo de un rato, un nuevo contertulio, el extrovertido y campechano Luis Besa, autor de "METAVERSOS", se unió a nosotros contándonos sus divertidas experiencias en una reciente feria literaria británica.
A lo largo de dos horas y media tienes tiempo para ver a todo tipo de gente, desde el joven adolescente fascinado por la astronomía que, convenientemente escoltado y financiado por sus esforzados padres, se acerca a la caseta de Sirius para enterarse de las novedades y tratar de convencer a sus progenitores de lo imprescindible que le es el catálogo Messier de Comellas, hasta la jovencita despistada que se interesa por un libro sobre "elfos nocturnos" (una novela erótica, ¿no?). Pero sin duda el premio al friky del día se lo llevó un ingeniero de caminos, canales y puertos jubilado que se presentó en el stand con la peregrina intención de que Sirius pusiese a la venta un libro suyo que cuestionaba toda la astrofísica y cosmología modernas. Jorge se enzarzó en una prolongada y a la poste inútil discusión con el fulano en cuestión (que debía haberse dejado una pasta en la autopublicación de su libro) mientras Luis Besa prefería dedicar su atención a una joven física amiga suya con la que al final se fue a tomar unas cervezas al chiringuito de enfrente. Mientras, yo, trataba de “cazar” clientes y así romper el empate de firmas que en aquél momento tenía con Luis:
-Una novela histórica magnífica, aunque me esté mal el decirlo –le espeté a una dama de unos cuarenta y tantos años que se acercó a ojear “CONSPIRACIÓN...” en compañía de su hijo, un joven adolescente también lector insaciable.
-¿Ah, sí? –Entonces la señora se fijó en la foto del autor que podía verse junto a la cubierta de la novela en un cartel colgado del toldo de la caseta, sobre los libros. No pudo evitar sonreir ante mi osadía-. Con que “aunque me esté mal el decirlo”, ¿eh? Pues mire, se le voy a comprar...
El pasado domingo por la mañana, en la última jornada de la Feria, volví a la caseta de la editorial para la segunda sesión de firmas. De nuevo, la lluvia hizo acto de presencia en forma de chubascos tormentosos pero sin el ímpetu de la ocasión anterior, lo que animó más las ventas. Más jóvenes aficionados a la astronomía y más preadolescentes despistadas pasaron por el mostrador, e incluso apareció una señora ya entrada en años preguntando si teníamos algo de “astrología”. E fin, que allí aguantamos el tipo Jorge y yo hasta eso de las dos y cuarto, momento en que decidimos que, en lo que a mi novela se refería, estaba todo el pescado vendido y recogí mis bártulos para regresar al hogar. Para mi sorpresa, en lo que a firmas respecta, había igualado la marca de la primera jornada.
¿Qué cuántos ejemplares vendimos? Lo siento, eso es secreto comercial...
Un saludo,
