


Lo primero, los hechos: se supone que el objetivo principal que se persigue retrasando una hora el reloj en invierno y adelantándola en verano es el aprovechamiento de la luz diurna con el consiguiente ahorro energético. Además, la Comisión Europea considera imprescindible la existencia de un horario unificado en los países integrantes de la Unión Europea para el correcto funcionamiento de su mercado interior, transporte y telecomunicaciones, y evitar así desfases temporales entre unos países y otros.
Si lo primero es discutible, lo segundo es una absoluta majadería. No sé que tedrá que ver la existencia del mercado único con la necesidad de ajustar las horas en invierno y en verano en pro de un "horario unificado". Señores, la situación geográfica de Europa es la que es y para eso se inventaron los husos horarios. Lo que es absurdo es que a mediados de julio a las 21:30 sea noche cerrada en Tesalónica o en Viena (pongamos por caso) mientras que en Finisterre todavía hay luz natural (en Galicia en verano con este horario absurdo no anochece antes de las 22 horas).
Un mercado único no precisa de un horario unificado sino de un horario coherente y fijo. Todos sabemos que en Estados Unidos, donde las distancias de costa a costa se miden en miles de kilómetros, hay distintos husos horarios, en concreto cuatro: EST (Eastern Standard Time), CST (Central Standard Time), MST (Mountain Standard Time) y PST . Cada uno de estos husos presenta una diferencia de una hora con respecto al huso subsiguiente y en total hay una diferencia de tres horas entre una costa y la otra. Que se sepa, y pese a esto, el mercado interior estadounidense funciona muy bien.
¿Tan difícil sería establecer un sistema parecido en Europa? Un horario occidental (Irlanda, zonas como Galicia y las Canarias, etc), otro central (París, Madrid, etc.) y otro oriental (Grecia, repúblicas bálticas, etc.). Un sistema fijo regional sería más adecuado que el absurdo actual. Y al mercado único ni le iría ni le vendría, del mismo modo que al comercio internacional no le afectan las diferencias horarias entre Europa y EEUU.
Pero vamos con el argumento más sangrante: el ahorro de energía.
Como decía arriba, se supone que el objetivo principal que se persigue retrasando una hora el reloj en invierno y adelantándola en verano es el aprovechamiento de la luz diurna con el consiguiente ahorro energético. Gran Bretaña e Irlanda fueron los primeros países que decidieron adoptar el horario de verano para no malgastar carbón y ahorrar en luz eléctrica. Esto sucedió en 1916 y tres años más tarde se sumaron a esta iniciativa franceses y españoles. Sin embargo, después de la II Guerra Mundial desapareció el horario de verano, aunque más tarde, hacia 1974, debido a la crisis del petróleo, la mayor parte de los países industrializados volvieron a implantar esta medida.
Por tanto, este ajuste horario comenzó a generalizarse a partir de 1974, pese a que hasta 1981 no se redactó la primera directiva comunitaria a este respecto y que afectaba a todos los países de la Unión Europea. Esta primera directiva ha ido renovándose sucesivamente cada cuatro años. La última en ser aprobada por el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión en enero de 2001 fue la Novena Directiva cuya principal novedad fue su carácter indefinido.
La Novena Directiva, de obligado cumplimiento para todos los países de la Unión Europea, mantiene las fechas de inicio y finalización del periodo de verano. Así, establece que el último domingo del mes de marzo debemos adelantar una hora el reloj (a las dos de la madrugada serán las tres) y el último domingo del mes de octubre retrasaremos una hora (las tres de la madrugada pasarán a ser las dos).
Se supone que, en verano, con esta medida (...) se hace coincidir el inicio de la jornada laboral con la aparición del sol, por lo que se aprovecha más la luz natural. Las consecuencias principales son un ahorro, que puede llegar hasta el 5%, en concepto de iluminación en el sector doméstico y una reducción del consumo de aire acondicionado en los comercios.
Frente a esta y parecidas afirmaciones (que hablan de un ahorro de hasta el 8%) fruto de "sesudos" estudios, me quedo con lo dicho por Manuel Toharia, director del Museo de la Ciencia de Valencia:
«El cambio de horario es una estupidez y una auténtica chorrada. Es falso que se produzca un ahorro energético. Los datos del Ministerio de Industria no son reales. Lo único que se consigue con adelantar o atrasar el reloj es desplazar el horario civil. Lo que ahorramos por la noche lo gastamos por la mañana. Hay tantos trasnochadores como madrugadores. Lo que pasa es que los países de la Unión Europea lo siguen aplicando por inercia administrativa. Costó mucho ponerse de acuerdo para cambiar el horario y los gobiernos tienen otras cosas que hacer que volver a cambiarlo».
Creo que, con su habitual sinceridad, Toharia da en el clavo. Basta el sentido común y la experiencia personal para ver que esto del cambio horario es una tontería: esta mañana, cuando he salido de casa a las 7, era de noche, mientras que el viernes pasado ya había bastante luz. Todas las luces en domicilios y en la calle estaban encendidas ¿Donde está el ahorro?
Por otra parte, el argumento del aire acondicionado es otra sandez, al menos en el Sur de Europa, pues a partir de julio los equipos climatizadores funcionan desde la mañana a bien entrada la noche.
Yo no discuto que algunas de las ventajas argumentadas a favor del cambio horario sean válidas para el Reino Unido, Dinamarca, Suecia o Baviera, donde las temperaturas máximas jamás exceden de los 30 grados y donde la gente es muy casera, encerrándose en sus hogares a partir de las 18 horas, pero en el sur de Europa, donde padecemos temperaturas de más de 35-40 grados en verano, donde a la gente le encanta estar en las terrazas de los bares hasta las 2 de la madrugada y donde "disfrutamos" de 14 ó 15 horas de luz natural en verano, no hay justificación para ese cambio.
¿De verdad quieren que se ahorre energía? Pues aquí van unas cuantas medidas realmente eficientes:
1) subvencionar el precio de las bombillas y electrodomésticos de bajo consumo;
2) obligar a instalar en las viviendas de nueva construcción reguladores de iluminación o sistemas automáticos que apagen la luz cuando se salga de una habitación;
3) subvencionar más la energía solar a nivel particular;
4) obligar por ley a las autoridades municipales a cambiar las luminarias públicas de mercurio por las de sodio y prohibiendo la instalación de "globos" translúcidos: la luz, al suelo;
5) establecer la obligatoriedad de que los sistemas electrónicos en espera ("stand-by") de videos, televisores, etc., optimicen su consumo energético para dejarlo en el mínimo posible;
6) obligar a los fabricantes de vehículos a instalar limitadores de velocidad y estimular el uso del transporte público (que debe ser mejorado).
7) concienciar desde la escuela en la conveniencia de ahorrar energía.
Con estas y otras medidas se lograrían reducciones reales del consumo energético, muy superiores a ese cacareado y artificial 5%. Pero claro, esto exige poner a trabajar a los burócratas y meter dinero público en inversiones. Siempre será más fácil tirar por la calle de enmedio y sacarse de la manga medidas estúpidas que sólo sirven para cabrear al ciudadano.
¡¡¡Joé, qué a gusto me he quedado!!!